Un día la casa empezó a encoger. Al principio fue algo casi imperceptible, sólo se notó al cabo de unas cuantas semanas. Al mes ya resultaba palpable el cambio: las paredes se estrecharon, las estancias se achicaron, los techos perdieron altura, el suelo se encogió y los muebles chocaron unos contra otros, de manera totalmente involuntaria pero inevitable dada la creciente falta de espacio. Sin embargo, todo parecía querer mantenerse en su sitio, en una lucha permanente y por momentos infructuosa contra la metamorfosis que padecía la casa, incluso a su pesar.
Los chasquidos, crujidos y grietas eran sólo los síntomas externos de la batalla entre materiales y espacios. La madera se oscureció y la pintura perdió color, en un proceso paulatino e inevitable cuyo resultado fue la reducción de luz del conjunto. En poco tiempo todo se volvió más gris, más pequeño, hasta que el ambiente se hizo irrespirable. Paradójicamente, la estrechez física hizo más evidentes las distancias y el vacío acabó imponiéndose.
Es indudable que la transformación de la casa influyó en el divorcio de los inquilinos. Lo que no sabría decir a ciencia cierta es dónde o cómo empezó todo, ni quién contagió a quién.
20 comentarios:
la casa menguante, me recordó a cortazar... y esa casa habitada por algo, alguien...que dejaba a sus ocupantes cada vez más encerrados en lugares pequeños...
la casa tomada, la casa menguante, la belleza de tus palabras...
besotes
Me interesa la pesadilla que cuentas; ya tú sabes, siento interés por las pesadillas: "las paredes se estrecharon, las estancias se achicaron, los techos perdieron altura, el suelo se encogió y los muebles chocaron unos contra otros". Touché!, diría este respecto. Quizá yo habría forzado aún más el lenguaje al estilo de Cronenberg o Lynch hasta llegar a agredir al lector. Buena, buena idea sea como fuere. Tiene chispa.
tal vez fue el espacio dentro de la casa lo que se dilató mientras que los muros se quedaron igual.
aunque no tiene por qué
chulo el relato, ahí, ahí.
saludos y hola
en las estrecheces nos descubrimos y no siempre somos irresitibles...como brumel en las distancias cortas.
Me apunto a tu lectura.
quebrado el deseo y muerto ela mor...el lugar es inmenso o tan minúsculo...que todo lo demás carece de importancia...besos guapa.
La casa no es tal casa,¿Verdad Etdn? Son ellos que van cambiando, que van transformándose sin querer tomar conciencia de lo que les estaba ocurriendo y así llegó el momento de ser dos desconocidos que no tenían que ver el uno con el otro.¿Culpables? Ninguno. Indiferencia de uno para con el otro.
Un beso muy grande.
hay que ver como cambia la percepción de lo que nos rodea, con nuestro estado de ánimo
Cierto paralelismo con "Casa Tomada" de Julio Cortázar. Eso nunca se dice pero yo creo que somos nosotros los que estrechamos las paredes y hundimos los techos.
Cuestión de oxígeno, supongo. Muy bien escrito.
Agobia el no querer seguir en la casa aunque siempre hay uno(a) que se la quiere quedar....
Y si le damos vitaminas para que crezca, crezca, crezca.....!!Ya sabes...yo y mis ocurrencias :)
Un abrazo!
Como a veces es el corazón lo que se nos encoge y sin saber porqué parece que todo se hizo más pequeño o menos importante, cualquier lugar nos ahoga y al final todo se acaba. Todo es cuestión de percepción.
Besos
A veces encoje....y otras se hace demasiado grande...y se vaga por ella..cual es mejor?...
Un beso ETDN
Eso siempre deviene en un taponazo... Otra cosa es que las cosas emnguen al ritmo del tiempo, de la manera natural. No sé si a alguno se le ha ocurrido visitar su clase de primero de básica. Parece mentira que cupiéramos en esos pupitres.
Y la casa de mis padres, enorme, ahora es diminuta.
por apretados que estemos, respiremos.
muuuaks!
Ya estoy de vuelta, voy a ponerme al día en tu blog y dentro de poquito te llegará una invitación para un gran evento poético en el que cuento contigo.
Besazos guapisima
Buen texto... No me hagas arrepentir de haber cerrado el Diomedea, ¿quieres?
Un abrazo fuerte.
Gracias a tod@s; vuelvo a la brecha tras el paréntesis vacacional.
Hay coincidencias curiosas. El relato lo escribí a raíz de una experiencia personal - es devastador el efecto de las casas sin luz - mucho antes de leer Casa Tomada.
Txe, hola, te debía este saludo de bienvenida al área de descanso.
Ovario, me alegra tu visita, aunque no te considero una desconocida. Tu imagen del cajón sin tirador que comentaste en l´habitació d´Arlés me llegó, no imaginas cuánto la comprendo.
Estás que te sales...
Besos.
"Paradójicamente, la estrechez física hizo más evidentes las distancias y el vacío acabó imponiéndose". ¡Justo!
A veces, el mismo espacio puede determinar nuestras relaciones (y, de rebote, nuestra felicidad).
Sea como fuere: coincido con el dictamen de los demás: muy buen microrrelato.
Yo también he escrito en torno a esa misma idea. Te dejo el enlace por si te hace gracia la casualidad.
Saludos, En tierra de nadie.
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