La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

jueves, 30 de agosto de 2012

DIARIO DE VERANO (III)


Madrid, 1 de agosto de 2012

Cuando hace viento la terraza queda expuesta. Hay una especie de cortinas de tela de toldo, correderas. Pero con el aire se mueven mucho, hacen ruido, parece que vayan a salir volando; no merece la pena echarlas. Así que el edificio de enfrente queda a la vista. No es un edificio bonito. No es una casa nueva, pero tampoco demasiado antigua. Con los edificios me pasa como con las edades de la gente, no sé calcular. Años setenta, quizá. La mayoría de las terrazas están cubiertas.

Justo enfrente de mí vive un grupo de chicos. Tres o cuatro. Parecen estudiantes. Son extranjeros, no sé si todos, creo que hay algún español. No tienen ni cortinas ni nada. (Yo ahora tampoco, temporalmente, hasta que compre unas cortinas para el salón. Vestir una casa requiere tiempo, no conviene precipitarse). Veo su salón. Sé cuándo meriendan, cuándo cenan, cuándo hacen limpieza, cuándo no están en casa. Desde mi terraza veo su televisión. Suelen tener concursos o deportes. Ahora están viendo un partido de fútbol. Tienen un perro o un gato, he visto algo que se movía por el suelo, aunque desde aquí no lo distingo bien. Es verano, van sin camiseta. Me dan ganas de saludar, cuando yo estoy regando las plantas y ellos salen al balcón. Todavía no me he atrevido.

¿Me verán ellos? Creo que mi terraza está un poco más alta. Pero no lo sé. Quizá ellos también sepan cuándo como, cuántas cajas he deshecho ya, cómo voy cambiando los muebles, probando su ubicación más adecuada, cuándo tiendo la toalla de la piscina y el bañador. O quizá no. Quizá no me vean o simplemente no se fijen. Los demás, ese misterio.

En el piso de abajo de los estudiantes vive un anciano. Digo "vive" a la ligera. A veces dudo de si está vivo o se ha muerto sentado en su sillón, o silla, no lo distingo bien. No hace nada. No se mueve. Ve la tele, imagino. A veces una mujer se mueve por la habitación. Quizá una hija, o una cuidadora. No he llegado a verla del todo, hay una cortina echada. Sólo veo al anciano, pálido, en una camiseta de tirantes blanca de esas que llevan los viejos en verano. No es una visión agradable. Pero si miro enfrente, le veo. Siempre está ahí. Siempre que miro.



lunes, 27 de agosto de 2012

DIARIO DE VERANO (II)


Madrid, 31 de julio de 2012

Todos los días, sobre las diez, salgo a regar las plantas. Compré una regadera de plástico color pistacho, como aquella muchacha del cuento de Ray Loriga. No sé si es del tamaño adecuado, es la primera vez que compro una regadera. Nunca he tenido plantas. Estas plantas ni siquiera son mías. Ya estaban aquí cuando llegué. Tampoco sé si son plantas o flores o verduras o qué. No tengo ni idea de plantas. Estaban muy secas, llevaban semanas, quizá meses, sin que nadie las cuidara. Me he hecho cargo de ellas. Un rosal con tres tallos finitos y sin flores. Una maceta con bulbos que parecen cebollas. No sé si debo arrancarlas o qué. De momento las riego, a ver qué pasa. Otra maceta con una planta que desconozco. Se parece al tipo de vegetación que crece en el monte. Espliego, romero, algo así. En un tiesto otra planta indescriptible. Parecen coles de Bruselas, pero son flores.

Todos los días, sobre las diez, las riego. Cuando ya se ha puesto el sol y empieza a anochecer, como me dijo J. Le hago caso. Obedezco dócil y cumplo mi misión.

No tengo ni idea de plantas.

Pero todos los días, sobre las diez, salgo a regarlas. A veces echo en la tierra los posos del café.

Lo que pase es un misterio. No sé si revivirán o no. Tal vez estén muertas. Pero eso es lo de menos.

Lo importante es salir a regarlas todos los días, sobre las diez. 

viernes, 3 de agosto de 2012

DIARIO DE VERANO (I)



Madrid, 25 de julio de 2012

Voluntad de azul, de orden.

Desempaqueto cajas de libros en esta casa que se me antoja azul aunque tampoco lo sea tanto.

La luz, tan limpia, de la mañana. La quietud de las horas tempranas del verano. El cielo abierto, tan azul. El desayuno al aire fresco de la terraza.

La nueva vida. El escenario por descubrir.

Un libro de portada azul en esta habitación azul. "Todo", dice.

Leer con luz natural. La ventana abierta. La facilidad para respirar.

La felicidad es esto, a ratos.

La sostengo entre mis manos. Y es azul.