La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

viernes, 31 de diciembre de 2010

Confesión en sepia III

¡Nada puede ser dañado! ¡Noche y día están comenzando
de nuevo!
Así que aparta el libro,
las flores que guardabas para dar a alguien:
sólo la espuma blanca y colosal de la calle tiene alguna
importancia,
las nuevas flores blancas que comienzan a brotar ahora.

-John Ashberry-





Acabó diciembre mal, fin de un año impar ambivalente y raro, con demasiadas emociones en las que cupieron el amor, la enfermedad y el dolor. Acabó diciembre en portazo, sin respuestas y con una mala borrachera de rabia y lágrimas por una fiesta que se celebraba en otro sitio.

Acabó diciembre con Madrid nevado de postal navideña. En enero siguió nevando y siguió la vida, y yo dejándome arrastrar por ella para no sucumbir otra vez al desamor. A mediados de enero otro vuelco anhelado y temido. Nunca se sabe si las cosas llegan en el mejor o en el peor momento. Llegan cuando llegan y ya está. Llegó la convocatoria de la oposición y cuatro meses de estudio e incertidumbre por delante. Me olvidé de mis heridas y me concentré en lo que tenía que hacer. La búsqueda de información, la desesperación ante los temas en blanco, las horas entre apuntes, los días iguales.

Pero entremedias hubo tiempo para aperitivos de domingo alargados hasta la hora de la cena, para una fiesta de cumpleaños por todo lo alto, para noches de vodka y sprite del “Perdición” al “Lujuria”, para los juegos del Facebook, para algunos relatos y unas cuantas fotos. Siguieron las consultas médicas, las sesiones del Bremen, las presentaciones de libros, las exposiciones, las tertulias de los jueves, el Ladrón de Tinta, Casa Federica, la Blanca Paloma. Las lentejas, las paellas, los quesos y la empanada, la lasaña, los risottos. Los amigos. Las emociones. La mente sólo en el futuro.

Y llegó mayo, y pasó el examen. Siguió la vida y se hizo el verano. Vino el mundial y los planes. Fuera los miedos y las nostalgias en un concierto que fue un exorcismo de risas y baile, una victoria elegante y para siempre ante la certeza absoluta de que la derrota fue ganancia. Y un viaje inesperado a Praga, paréntesis mágico y feliz. Después el que ya es el mar de mis veranos y un fin de semana de spa manchego agostando agosto. Más exámenes y un fin de verano de fiesta y peña. Con las tormentas llegó el otoño. Con el frío, la vida en orden. El pasado atrás, el presente en calma, el futuro sorpresa.

Estas navidades he vuelto a las tradiciones: el belén y el fin de año junto al mar, con la familia elegida de los amigos. No me tocó la lotería del bombo pero sí la de una plaza fija en un trabajo que me gusta. 2010 termina con un concierto – este de verdad - apoteosis de música, baile, alegría y besos, con esa euforia contagiosa que se da sólo en raras ocasiones.

Al 2011 le pido salud, ánimo e inspiración y seguir rodeada de tan buena gente capaz de dibujar sonrisas en mis labios y en mi alma. Doce meses por delante en los que ahora, en este momento, cualquier cosa es posible.

FELIZ AÑO a tod@s desde esta tierra de nadie porque es vuestra, desde este área de descanso donde os espero en 2011.




jueves, 23 de diciembre de 2010

DONDE SIEMPRE ES DICIEMBRE (Cuento de Navidad)


¡FELICES FIESTAS!

Mi regalo navideño, en forma de relato
.



DONDE SIEMPRE ES DICIEMBRE



Esta vida me hastía. La rutina se me hace insoportable. Siempre lo mismo, año tras año. Cuando llegué, este mundo me fascinó. Todo me resultaba nuevo, distinto a lo que había conocido hasta entonces. La casa que me tocó en suerte era una de las mejor situadas, junto al río. El paisaje, con las montañas al fondo, nevadas en cualquier época del año, me pareció idílico. Me encantaba abrir la ventana por la mañana y sentir el olor a leña quemándose en las chimeneas, el aroma de la carne asándose, el frío en la cara y en las manos. Los vecinos del pueblo siempre fueron amables, me acogieron con gusto y muy pronto me convertí en uno más, adaptándome perfectamente a esta vida tranquila. Cada uno trajo algo suyo, para que fuera tirando. Unas ovejas, unas gallinas. Y pronto también tuve un pozo a mi disposición. Fue una sorpresa lo del pozo. Una mañana me desperté y allí estaba, en mitad del pequeño jardín que rodea mi humilde granja. Sí, con los años esto se ha convertido en una granja, con sus cerdos y todo. Por aquí todos me llaman el granjero.

Al principio, como digo, todo me parecía bien. Incluso llegué a enamorarme de la molinera. Una muchacha rolliza y complaciente, que me desveló sus secretos en el pajar que su familia construyó detrás del viejo molino. Ay, la molinera. Se casó el año pasado con el panadero del pueblo. Cosas de negocios, me repite. Dice que me echa de menos y de vez en cuando recordamos los viejos tiempos entre las gavillas de heno, aunque queden ya pocos secretos que descubrir entre nosotros. Pero no es como antes.

Ya nada es como antes. Los críos, que antaño rondaban mi granja correteando y gritando alegremente, ahora se divierten de otra manera. Hacen pintadas en las fachadas de las casas, apedrean las luces que adornan las ventanas, rompen el hielo que cubre el río y les da por cagarse en los sitios más insospechados. Se bajan los pantalones y hala, a ciscarse. Todo empezó cuando vino aquel muchacho, procedente de una región al noreste de un país lejano de cuyo nombre no me acuerdo, e impuso la moda, al parecer algo tradicional en su tierra.

Ni los soldados, que antes solían bajar y pasear por el pueblo, se molestan ya en rondar por aquí. No salen del castillo. Siempre me fascinó el castillo que, imponente, preside la colina a la entrada del pueblo. Con sus torres redondas, sus almenas perfectas, sus juegos de luces y de aguas. Dicen que el rey, que tiene mucho poder, odia a los niños. Se rumorea que tiene tantos enemigos que no sale de su fortaleza por miedo a encontrarse con alguno de ellos. No sé si será cierto, pero los padres usan su nombre para atemorizar a sus hijos cuando se portan mal.

El río este año viene turbio. Antes era famoso, el río de plata lo llamaban. El hielo helado formaba una capa argentada, brillante y hermosa como las noches de luna llena. Las láminas congeladas, tan finas, parecían de papel; tan frágiles que amenazaban con quebrarse o arrugarse al menor movimiento. Yo solía pasarme las horas en el puente, contemplando la superficie fría y reluciente del río, observando los patos que no se atrevían a cruzar a la otra orilla, mirando a las lavanderas paseándose ribera arriba ribera abajo, con sus delantales impolutos y los cestos de ropa en las caderas. Ahora las aguas bajan sucias. Se hace imposible lavar la ropa, se quejan las mujeres, y ya ni los peces quieren beber. Había una canción muy famosa que hablaba de eso, “pero mira cómo beben los peces en el río”, y ya no me acuerdo de cómo seguía.

Todo se pudre y las modas cambian. Desde hace unos años a todos les ha dado por subir al monte y llevarse los abetos. Los meten en sus casas y los adornan con cintas y bolas de colores. Algunos les ponen luces. Por los niños, dicen. Yo, la verdad, no le veo la gracia. Otra vez les dio por plantar palmeras en medio del camino. Al año siguiente ya no estaban.

Desde hace unos días ocurren cosas muy extrañas en el pueblo. Varios pastores han desaparecido sin dejar rastro. Sin motivo aparente, sin ninguna razón que lo explique. Sus ovejas han huido al bosque y por las noches balan sin consuelo, silenciando el aullido de los lobos. Todos tienen miedo. Últimamente las estrellas brillan de un modo especial y dicen que se avecina la llegada de un cometa. Cada día, a las doce, desde hace una semana, las campanas de las casas suenan sin que nadie las toque. Los niños salen a la puerta y cantan al compás una canción sencilla y pegadiza, que nadie sabe de dónde han sacado: “Campana sobre campana y sobre campana una...”

El inocente Bautista dice que se perdió en el monte y que se le apareció un ángel que le anunció acontecimientos maravillosos. Desde ese día recorre las calles montado en una oveja, blandiendo en la mano una vara de olivo que ondea como si fuera una bandera. “Soy un profeta, me lo dijo Gabi el ángel”, proclama, y repite algo acerca de la llegada de un salvador que redimirá al mundo. Pobrecillo, ha perdido el juicio por completo.

Estos extraños fenómenos coincidieron con la aparición de los forasteros. Una parejita muy mona, ella embarazada, a punto de dar a luz. Parecen de fiar. Él es un poco extraño, tiene aversión a las palomas; se vuelve loco cuando ve alguna. Eso dicen, yo no lo sé. A mí me parece un buen hombre. Ella tiene algo especial. Un aura virginal combinada con una fortaleza de espíritu fuera de lo común. Como si estuviera tocada por los dioses. Su llegada ha despertado cierto revuelo. Los pastores han bajado para verlos, los vecinos les llevan obsequios, incluso los soldados estuvieron husmeando, haciendo preguntas. Él es carpintero, según me han contado. Se presentaron sin más, montados en un burro, sin apenas equipaje. Se han instalado en el viejo granero abandonado de las afueras, donde conviven con los bueyes y las mulas. Todos esperan con impaciencia el nacimiento. Dicen las mujeres que va a ser niño, ellas entienden de estas cosas.

En el castillo hay un revuelo inusual. Tres sabios de Oriente han elegido nuestro pueblo para hacer una visita. El rumor se ha extendido en las últimas horas. Dicen que les guía una estrella. Yo no creo en esas habladurías, pero quién sabe. Dicen también que uno de ellos tiene la piel de azabache, negra como el carbón. Según otras informaciones, son reyes y tienen poderes mágicos. Al parecer viajan en camello y han atravesado mares y desiertos para poder llegar aquí. Les acompaña un séquito de pajes con cofres llenos de regalos: oro, incienso, mirra... La gente es muy imaginativa, creen en cualquier cosa que les dicen.

Estoy harto. Todos los años lo mismo. Cada diciembre las mismas leyendas, los mismos rumores. Y, al final, nunca pasa nada. Esta aldea nunca será famosa. Este Belén en el que se desarrolla nuestra existencia seguirá igual, por los siglos de los siglos. A veces me da la impresión de que esto ya lo he vivido. De que estoy condenado a repetir siempre lo mismo cada año, por estas fechas. Me pregunto por qué aquí nunca es verano, por qué los niños nunca crecen, por qué el tiempo parece detenido. Me gustaría salir de aquí, conocer otros mundos. Pero me siento atrapado, como si estuviera castigado a vivir en una caja de zapatos y a salir sólo a mediados de diciembre. Cuando comento estas sensaciones con mis vecinos, se limitan a encogerse de hombros y a mirarme con condescendencia, como si estuviera loco.

A lo mejor este año es distinto. A lo mejor nace un niño y nos visitan unos reyes magos. Dicen que la muchacha sale de cuentas la noche del 24 de diciembre.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Nueva librería y nueva web cultural sobre Madrid

Dicen que las crisis potencian la creatividad. No sé si es la crisis o simplemente gente con ganas de hacer cosas. Que no se conforman con lo que hay. Con lo que ven. Con lo que leen. Con lo que otros les ofrecen. Y deciden hacerlas ellos mismos.

Esta semana asistimos al sueño cumplido de un amigo. Y es algo bello y emocionante, un motivo de alegría en estos tiempos de agonía, pesimismo y malestar. Unos cuantos hemos asistido a la gestación de ese proyecto. Tras unos meses de nervios, incertidumbres, papeleos, aprendizaje, quebraderos de cabeza y ser hombre para todo, por fin LA INDEPENDIENTE está aquí. Visitadla, hablad con Javier y, sobre todo, comprad libros.

Ah, está en la calle Espíritu Santo, 27. Y este es su horario:

Lun - Vie:
17:00 - 21:00
Sáb - Dom:
11:30 - 21:00


Y a los que viváis en Madrid, a los que penséis venir o a los que améis esta ciudad, pasaos por MADRID ENTRE LÍNEAS Una web cultural de la mano cálida de Aroa y David.

Ojalá que entre todos veamos crecer a estas dos criaturas en 2011.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Confesión en sepia II

El tiempo viene a darme la razón,estoy ganando altura cada vez que sale el sol
y el mundo por montera me lo voy poniendo,va cambiando el viento, sopla a mi favor.
Será que tengo la manía de
sobrevivir a todo lo que me podría vencer
Y abuso de mis leyes ahora que piso tierra firme y sé dónde tengo los pies.

-Kico Gómez. "Impar"-



Con un año de retraso...


Después de cuatro días oscuros vino el frío. Se instaló diciembre con toda la tristeza posible y el futuro anhelado se congeló sin previo aviso. La sorpresa dolió por la inoportunidad de la fecha elegida y las circunstancias complicaron aún más las cosas. Estuve donde debía, por más que fuera un lugar inapropiado e inhóspito. Fue una noche en vela y el falso calor de los cuerpos pegados, el aliento y las lágrimas insuflaban un poco de vida a todo lo que moría en esas horas. En otro lugar se celebraba una fiesta y el nosotros que ya no éramos por más que yo me empeñara en que sí fuimos los ausentes aunque nadie nos echara de menos. Por la mañana lluvia y viento, el dolor, la vergüenza y la duda bajo paraguas que no amortiguaban el llanto ni el golpe. A mediodía salió el sol. En otro lugar se celebraba una comida a la que me hubiese gustado asistir. Hubo alcohol y un partido de fútbol. Todos se divirtieron y se emborracharon. Yo regresé a mi casa sola, comí sopa caliente aunque no cabía nada en mi estómago atragantado y lloré al ver sobre la mesa el regalo preparado para la fiesta a la que no fui. Tomé pastillas para dormir y no soñar, aferrada a la esperanza de que pudiera haber vuelta atrás. Pero aquel último lunes de noviembre sólo hubo gritos y llanto al teléfono. El insulto del que no tiene argumentos y la desesperación del desahuciado cuando la decisión unilateral está tomada y no hay razones que la expliquen. Todo el amor de golpe arrebatado sin opción a reclamación alguna. Y un sermón sobre la importancia de mantener la compostura, de no perder las formas.

Se instaló diciembre con el frío, la nieve y la tristeza. Me decían que estaba más guapa que nunca y probablemente fuera verdad, aunque yo no me lo creyera. Agradecí la amistad mostrando alegría. Acudí a comidas que acabaron en besos en la boca y bailes sucios. Vencer los miedos fue acierto y descubrimiento. Una cena improvisada de puente me desveló la personalidad oculta del que hasta entonces era casi un desconocido y me dio motivos para no estar triste. Lo que al principio viví como una pérdida al final fue ganancia de muy buenos amigos que trajeron felicidad a mi vida.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cadena de azar

Leo un número atrasado de El Cultural
y algo se remueve
destellos que se encadenan
azarosamente.
Frases que vienen a mí
significando
más allá de las palabras
conceptos que sólo yo entiendo
hablan
de lo que fue
de lo que está siendo
de lo que habrá de ser.





La pasión por Renoir,
un poema de John Ashberry
aún no publicado
después de aquel doble sueño de primavera
que resultó ser sólo mío
y no sobrevivió al otoño.










Purgatorio

La tierra de los sueños
El frío
no por este orden
o quizá sí.

“Es la poesía, estúpida”
sólo letras.

Memorias y desahogos
sigo
y veo a María
guapa y joven
premiada preciosa
oscura y bella



En cada hombre vive una bestia y una víctima potencial y a veces es necesario ser una de las dos cosas

leo en el faldón publicitario
y pienso en ella
tan dulce
esconde un tigre
una bestia literaria
una buena persona.
Es humana
y me es suficiente
para querer quererla.

Parra, Nicanor
de mi crítico de cabecera
(con permiso del lector malherido).


A continuación
me asalta
un jardín
impresionista
impresionante
estallan los colores
en mis ojos
cita aún sin fecha.

Paso página y leo:
Acopio de ausencias
paso rápido
por si acaso.






Adriá Julià me gusta
es artista y guapo
no lo conocía
nació en el 74
sonrío y me gusta aún más
leo:
“Trabajo con la memoria y las historias como herramientas que transforman la experiencia de un lugar”
y me enamoro un poco.

Continúo:
Jugando con Georges Perec
y vuelvo a pararme
en las proteínas invisibles
“Proteínas Intrínsecamente Desordenadas”
como ciertas ideas en mentes volátiles.

Acabo con una entrevista
a Marcos Ordóñez:
“Al pasado sólo se puede volver como extranjero”.

Se cierra el círculo.