La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

jueves, 27 de enero de 2011

Holden Caulfield y los patos de Central Park

De pronto se me ocurrió preguntarle al taxista si sabía una cosa.

-¡Oiga!- le dije -. Esos patos del lago que hay cerca de Central Park South…Sabe qué lago le digo, ¿verdad? ¿Sabe usted por casualidad adónde van cuando el agua se hiela? ¿Tiene usted alguna idea de dónde se meten?

Sabía perfectamente que cabía una posibilidad entre un millón. Se volvió y miró como si yo estuviera completamente loco

-¿Qué se ha propuesto, amigo? – me dijo -. ¿Tomarme un poco el pelo?

-No, solo quería saberlo, de verdad.


El guardián entre el centeno
. J. D. Salinger. Alianza Editorial.




Estanque del Palacio de Cristal.
Parque del Retiro (Madrid). Diciembre 2009.




martes, 25 de enero de 2011

El hombre del ferry


Rescato un antiguo relato del taller. El tema era esta magnífica foto de David Ruiz (si queréis ver su estupenda colección, id AQUÍ), titulada "Adiós, Europa, Adiós".



copyright: David Ruiz



EL HOMBRE DEL FERRY


El hombre del ferry ve la tierra alejarse y piensa en el horizonte que deja atrás. Las nubes cubren la orilla que sabe ya perdida. El agua se revuelve turbia, la espuma marca el camino a la inversa, ya ha ido, y ha vuelto. Y ahora toca regresar para siempre.

El hombre que se asoma al mar siente el viento en la cara y a su pesar se piensa vivo. Ojalá tuviera valor para lanzarse al agua. Se sabe solo en un barco fantasma pero sigue siendo un cobarde.

El hombre que viaja sin compañía vuelve a un lugar del que fue expulsado con ira, al que juró no regresar nunca. La palabra se volvió en su contra y él cambió de continente. Escapó de los que dictan muerte y se ganó una vida en el mundo equivocado. Él decía: “libertad” y se le abrían las puertas. Las Universidades, las grandes publicaciones, las televisiones, los Parlamentos, los Foros internacionales. Hablaba de paz y por dentro sólo pensaba: “guerra”.

El hombre del ferry no quiere ser reconocido. Muchos conocen su nombre, algunos su rostro. Pero ahora nadie se atreve a señalarle. Regresa anónimo al valle de lágrimas, al lugar donde se gestaron sus desgracias y también la felicidad más feroz, la que no entiende de contratiempos ni religiones, la que se manifiesta sin duda y con total plenitud; al lugar en el que conoció a Amina, a la tierra en la que engendraron a Fátima. Ellas regresaban tres o cuatro veces al año. Para que la niña no olvidara de dónde procedía. Para sellar afectos y aferrar raíces. Para que este paisaje permaneciera en sus ojos. Para que no olvidara su propia lengua, el idioma de sus padres. Para que no creciera en el odio a un pueblo al que hubiese sido injusto culpar de la ceguera fanática de unos pocos.

El hombre en el exilio fue orgulloso: nunca quiso volver. Lo camufló de dignidad, y el mundo civilizado le aplaudió, pero tal vez fuera sólo miedo.

Ahora volver es cobardía. No es valiente quien vuelve como víctima, como hombre acabado. No es valiente quien vuelve con un salvoconducto para enterrar a su mujer y a su hija, para esparcir sus cenizas en el huerto de la casa familiar.

El hombre solitario empieza a tener frío y sabe que mañana la humedad de los huesos no le dejará levantarse pero no va a moverse de esa barandilla. Ser superviviente es su castigo. Quiso huir de la muerte y ella le dejó vivo para reírse en su cara, para obligarle a ir a reconocer los cadáveres a aquella morgue multitudinaria e improvisada. Para que volviera a caer sobre él todo el peso de los que odian, que carecen de nacionalidad vengan de donde vengan porque su naturaleza no es humana. Huyó y la muerte le encontró en Madrid, por cuerpos interpuestos.

El hombre que regresa sintiéndose un anciano vencido sabe que no pasará mucho tiempo antes de que se borren sus caras, sus voces. Que cada once de marzo verá sus nombres formando parte de esa lista maldita y que no olvidará, aunque a veces intente recordar y no pueda. Aunque otras no sepa hacerlo sin romperse.

Empieza a oscurecer y el hombre del ferry cree ver encenderse algunas luces en la falda de la montaña mientras sigue mirando a España, a Europa, que apenas son ya una línea tenue más allá del agitado mar del Estrecho.

martes, 11 de enero de 2011

Hagamos magia

Valencia, 31 de diciembre de 2010


No menospreciemos la importancia de los símbolos, de los ritos y los rituales, de la superstición. El elemento mágico es necesario. La alternativa es la realidad pura y dura, la vida sin imaginación. El aburrimiento. La eficacia por encima de todo. Y eso no. Permitámonos soñar mientras podamos, mientras nos dejen. La rebelión debe ser individual, interna. Perceptible en ciertos hábitos, en acciones aparentemente rutinarias o sin importancia, en los pequeños grandes actos de cada día. Y, sobre todo, en los más íntimos y secretos, en esos sobre todo. Sin que nadie sepa, solo cada uno ante su espejo.

lunes, 3 de enero de 2011

Contra el tiempo





Playa de las Arenas. Sábado 1 de enero de 2011. 12.30 p.m.


Despertarse a mediodía y el mar enfrente. Un gato se despereza en la terraza, sin conciencia de calendario, a salvo del tiempo que miden los relojes.

Es otro año ya. Y la vida sigue igual que ayer. La gente pasea por la playa, caminando, en bici. Familias con perros o con niños, ancianos en pareja, jóvenes ya en pie tras la fiesta o la calma, con resaca pasada o futura. Tipos que hacen jogging, chicas en patines.

El gato se permite dar la espalda al mar, dueño del espacio y el tiempo. De su espacio. De su tiempo.

Una mujer con las uñas pintadas de rojo despierta en la habitación del hotel y escribe mirando al mar en una libreta comprada en una playa del sur.

Todo sigue su curso.

Es hora de desayunar, a destiempo de los relojes. Y qué.

Aprender a desembarazarse de lo reglado, desaprender lo establecido, escapar de las imposiciones es la tarea pendiente, o imposible. La utopía del siglo XXI. Y tal vez de cualquier siglo.

Pero este es el que nos ha tocado.