La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

jueves, 28 de mayo de 2009

Desplazamiento (III)

Paisajes en movimiento



III

El desplazamiento nos devuelve distintos.
Se cuentan hoteles, casas, ciudades, playas
con los dedos de las manos.
Hay incluso quien ha atravesado desiertos
y glaciares.
O eso dicen.
Nunca nada es cierto.
Por más que las fotos lo atestigüen.
También hay imágenes de mentira.

lunes, 25 de mayo de 2009

Desplazamiento (II)

En la carretera. Abril 2009



II


La luz se trastoca en los lugares no habituales

no habitables
desconocidos y por conocer.
Nada importa en los días sin reloj.
Vidas suspendidas entre paréntesis de calendario.
Espacio y tiempo son la misma trampa.


jueves, 21 de mayo de 2009

Desplazamiento (I)

Desde el AVE. Abril 2009



I

El movimiento fuera.
Ya sea huida o regreso
se deja atrás mucho paisaje.
Y nosotros quietos
atados al asiento.
Es siempre la tierra la que se aleja,
la que nos deja solos
a solas.


martes, 19 de mayo de 2009

Nostalgia de Benedetti



Hay autores que descubrimos en la adolescencia o la primera juventud y que, de una manera u otra, nos acompañan toda la vida. Mario Benedetti es uno de mis autores iniciáticos. Recuerdo la Antología Poética de Alianza Bolsillo de mi madre (marcada con sus iniciales, como todos sus libros, algunos de los cuales forman parte ahora de mi biblioteca) que, a hurtadillas, cogía de la estantería para copiar poemas en mi carpeta del colegio. Mis apuntes reposaban entre solapas en las que, con mi mejor letra, saltaban esos poemas de amor sencillos y a la vez tan contundentes, tan directos. Táctica y estrategia, Hagamos un trato, Corazón coraza, que yo transcribía en segunda persona, en vez de con el “usted” o “vos” del original, y que mi madre me fue regalando en forma de banderines para colgar de la pared. Viceversa, Amor de tarde, Bienvenida, con esos dos versos finales que para mí siempre simbolizaron lo que debía ser el amor: sé que voy a quererte / sin preguntas / sé que vas a quererme / sin respuestas. Mi madre tenía marcados algunos, que, al principio, no coincidían con los que más me gustaban. Pero fui leyéndolos y creciendo con ellos y acabé haciéndolos míos también. Me sirve y no me sirve (sí me sirve la vida / que es vida hasta morirse/ el corazón alerta / sí me sirve) , Vamos juntos (con tu puedo y con mi quiero / vamos juntos compañero), Decir que noEsa antología fue uno de los primeros libros que compré, en una edición más moderna y perteneciente ya a la “Biblioteca Benedetti” de Alianza, cuando me independicé. No concebía mi biblioteca sin él. Hay un poema con mi nombre, aunque es muy triste: habla de un naufragio.

Después, ya en la Universidad, Despistes y franquezas se convirtió en uno de mis títulos de cabecera y todavía hoy es uno de mis libros más queridos. En ese volumen descubrí los microcuentos y me aficioné a los relatos breves. Con maravillas como El sexo de los ángeles, Salvo excepciones, Traducciones, Lingüistas, como esta:


Su amor no era sencillo

Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.


Después, seguí “robando” a mi madre los libros de Benedetti que ella iba comprando, o que le iba regalando en cada Feria del Libro: Poemas de otros, El olvido está lleno de memoria. Otros, como Buzón de tiempo, me lo regaló ella. El año pasado, por mi cumpleaños, compré Vivir adrede, cuya lectura me acompañó durante el verano. Y, aunque he de reconocer que estos últimos libros no me han causado la emoción de aquel descubrimiento, de aquellos poemas y relatos que me marcaron cuando yo empezaba a disfrutar de (y con) la literatura, siempre se saca algún aprendizaje de su lectura. La vida, el conocimiento y los años me han llevado por otros derroteros literarios y Benedetti se ha quedado como un recuerdo de juventud, como un abuelo entrañable al que se le guarda cariño por lo que nos enseñó en su día. Sus libros me abrieron caminos, nuevas formas de entender la poesía y, de paso, de comprenderme un poco mejor a mí y al mundo. Con Benedetti empecé a leer con otros ojos y se despertó en mí el ansia de escribir, de aprender, de explicar la realidad a través de narraciones, de palabras, de historias inventadas, de poemas que hablaban con sencillez de las tardes en la oficina, del amor, del compañerismo, de las injusticias. Mis primeros poemas son deudores de los suyos y, de alguna manera, sus letras siempre han estado presentes en mí.

Hace unos años, en la Feria de Artesanía que ponían por Navidades en Recoletos, compré este marquito con este hermoso poema (y con errata incluida) que hace unos meses ya colgué en este blog. Vino a mí, en un momento en que esos versos me hablaban especialmente. Porque hay que ser conscientes de la felicidad cuando se está viviendo y saber también que el presente está condenado a ser nostalgia. Pero, una vez hecha recuerdo, quedará para descongelar futuros. Para saber que, al menos una vez, en algún momento, fuimos felices.


Descanse en paz, don Mario. Maestro.



Nota.- Mañana, día 20 de mayo, este blog cumple dos años. Gracias a vosotros, que estáis al otro lado de la pantalla y que dejáis huella en el Área de Descanso, en esta tierra que hace tiempo dejó de ser de nadie.




martes, 12 de mayo de 2009

In memoriam



Va por vosotros, maestros. Juntos, con Marga.

Descansad en paz.

Gracias por vuestra música.


(En su día ya colgué esto, en homenaje a Antonio Vega)


jueves, 7 de mayo de 2009

Inmediateces XXIII



Las dudas que le crecieron en los ojos
no le dejaron leer el cartel de entrada al bosque.
"Felicidad", anunciaba.
Pero se dio la vuelta cuando tropezó con el primer árbol.



lunes, 4 de mayo de 2009

Doble



Desperté y me vi dormido, o durmiendo, no sabría decir. Me veía y no sabía quién era. Me observé hasta que esa imagen de mí mismo abrió los ojos: vi mis ojos muy brillantes, de un color que no recordaba. Vi mis ojos muy brillantes y entonces el mordisco. Un bocado que me dejó los labios con sangre y no entender. Salí corriendo detrás de mí mismo, también con los dientes rojos de sangre y un trozo de labio en la boca: mi boca en mi boca.

Me perseguí escaleras abajo, me seguí hasta la calle, en pijama. Corrí detrás de mí mismo en la oscuridad de la noche, desorientado y mareado. Qué locura. Espiarse desde fuera, sin reconocerse. Sin saber adónde llevará la carrera, sin control sobre los propios actos. Desdoblado en dos cuerpos idénticos, pero con una sola conciencia, por detrás de los acontecimientos.

Parados en la acera, esperando a que el semáforo cambiara a verde, nos fijamos en la misma mujer, morena y frágil, de mirada feroz y brazos lánguidos, y deseamos enredarnos en las pulseras de plata que bailaban alrededor de sus muñecas.

Seguí a ese otro que tanto se parecía a mí mismo, que tal vez lo era aunque ya no estaba tan seguro, pero me desorienté al entrar en el bar. Sentí un mareo, perdí la noción de mí mismo por un instante.

Me recuperé justo a tiempo de ver cómo salía del local y reanudé la persecución de mi alter ego, notando un tacto frío de metal en el pecho. Volvimos sobre nuestros pasos, aunque en el camino de regreso no nos cruzamos con mujer alguna.

Llegamos a casa y entramos. “¿Quién anda ahí?”, me oí gritar.

Después saqué la pistola y disparé.

Desperté en la ambulancia, con un sabor ferroso de sangre en la boca y la angustia de los desesperados en el vientre. “Un suicidio”, oí que informaba por radio uno de los médicos.

"En propia mente”, pensé, sin saber si estaba vivo o muerto ni quién había disparado primero.