La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

lunes, 27 de octubre de 2008

Descomposición



Primero han volado los discos. Todos los vinilos. Tus vinilos, hasta los que hice míos. Uno a uno. En sus fundas de cartón. Que si decides volver no los encuentres. Que me encuentres a mí, sólo a mí. Sin nada de lo tuyo ya. Por fin podré colocar mis libros, los que nunca cupieron porque tus discos siempre fueron más importantes. He aprendido a no dejar rastro. Me he acostumbrado a escuchar sólo emepetreses. Y tú estás en todas las canciones pero ninguna es tuya. Han dejado de pertenecerte. Son sólo mías. Me he vuelto egoísta, ya ves.

Luego han caído las fotos. No me he atrevido a romperlas y las he arrojado al vacío dentro del sobre amarillo de kodak. Los marcos me los he quedado. Los he guardado en un cajón. No habrá más fotos en esta casa. Sólo espejos en los que me refleje yo. Sola. Con mi sombra, como mucho.

Después, el impulso. Me he tirado yo detrás, sin pensarlo demasiado, casi con entusiasmo. He caído sobre un colchón de espuma. No me atrevo a moverme. Con el impacto el contenido de las bolsas de basura del contenedor se ha desparramado. El olor empieza a ser insoportable y yo no quiero moverme. Me quedo quieta entre restos de comida, sobre este colchón ajeno sobre el que han dormido quién sabe qué cuerpos. No me duele nada pero no me muevo porque no estoy preparada para descubrir si sigo viva o si ya estoy muerta. Ahora soy basura, sólo eso. Cuando vengan las ratas me comerán a mi primero, antes que roer las fotos y los vinilos me morderán a mí.

Oigo un gemido animal y me digo que es sólo un gato, que los gatos rondan la basura en busca de comida. Pero el llanto sigue y me parece un llanto humano, la gente abandona a los bebés en las papeleras, en los contenedores. Intento incorporarme pero no puedo y ya no sé lo que soy, tal vez sólo conciencia, tal vez yo sólo sea estos pensamientos que no paran, que se suceden dentro de mi cabeza. Intento gritar pero la voz no me sale y pienso en que la posibilidad de que venga alguien a rescatarme quizá no sea tan remota. E inmediatamente pienso en la posibilidad contraria, en que nadie pase por aquí esta noche, ni mañana, en que yo desaparezca entre detritus sin que a nadie le importe, que me llegue a confundir con estos restos orgánicos, que llegue a ser solamente materia en descomposición. De cuando en cuando las noticias hablan de mendigos que se quedaron dormidos en un contenedor y que fueron triturados por el camión de la basura. Ese odioso camión que me despierta todas las noches, que ruge bajo mi ventana, aquí mismo, que no me deja dormir con ese insufrible pitido de marcha atrás. Todas las noches maldigo ese camión y seguro que esta noche más que nunca, aunque tal vez no venga ya, he perdido la noción del tiempo, no sé qué hora es, ni cuánto tiempo me queda.


jueves, 23 de octubre de 2008

Dos o tres segundos de ternura




Hoy
      me
           salva


La ternura

De cuando mis dudas en la zapatería y tú me decías pues llévate los dos, y mamá te regañaba

De cuando los billetes a escondidas y que no se entere nadie

De la primera llamada en mi cumpleaños

Todo eso ya, conmigo, para siempre


Hoy
      me
           salva

La ternura

De unos besos breves en la nariz

De quien me arropa antes de irse mientras yo me hago la dormida

De las llamadas cuando lo necesito

De saber que hay quien se preocupa por mí.

Eso, de momento, en mis bolsillos de ahora.



pd.- La letra de la canción, que también:

Estoy pasando un bache,
un revés, un agujero,
un no sé qué me ocurre
que ni yo mismo me entiendo...

No me apetece nada,
nada más que estar adentro,
pero no de tu vientre
sino de tus sentimientos.

Quisiera que supieras
que no tengo otro deseo
que estar entre tus brazos
como quien pide consuelo,
sentirte toda mía,
sin lujurias ni misterios,
como siento la sangre
que circula por mi cuerpo.

No me hace falta la luna
ni tan siquiera la espuma,
me bastan solamente dos
o tres segundos de ternura.


A veces me pregunto
si no me causa respeto
el paso de los años
desgastando nuestros besos
así como el derroche
de algo más que mucho tiempo
sin vernos un instante
más allá de los espejos.

Por eso necesito,
aunque sé que es un exceso,
que tus ojos me digan
algo así como: de acuerdo,
estoy aquí a tu lado
para que no tengas miedo
al miedo de estar solos,
solos en el universo.



lunes, 20 de octubre de 2008

Inmediateces (XV)

REUNIÓN DE SOLTEROS


“Yo follo poco pero bien”, se atrevió a decir.
“Cuando follo amo y me siento amado”, añadió, y se ruborizó, muerto de vergüenza porque le pareció que lo que acababa de soltar sonaba un poco cursi.
Por eso no entendió las miradas de envidia de los que presumían de follar tanto todos los fines de semana.


jueves, 16 de octubre de 2008

Oquedades


El hueco en la sábana
el sueño ausente
esta almohada asesina
que ocupa un lugar que no es suyo

la piel en las pesadillas
los despertadores malditos

la lluvia afuera
y el viento que no moja
que golpea con furia de venganza
con desprecio soberbio

y el despertar de rayo
y la luz en el ojo de la persiana
y el vacío de al lado
de las paredes sordas
que callan sin ira

y la oscuridad de un pasillo
que incendia besos
mientras caen los botones
de camisas con sabor a madrugada.

lunes, 13 de octubre de 2008

Tarde de sábado

Sábado 11 de octubre de 2008




Tarde felizmente extraña, la de este sábado.

En realidad, yo había bajado a la calle a comprar una lechuga. Habían anunciado alerta en Madrid por fuertes vientos. Yo, con mi ropa más vieja, con el pelo recogido, con un paraguas casi roto por si acaso llovía: el atuendo mínimo para bajar a la frutería del barrio y regresar rápidamente a casa, a cumplir por fin con ese montón de tareas pendientes que se acumulan en los cambios de temporada o cuando uno ha estado fuera un tiempo. La tarde estaba nublada, pero no fría. El viento templado, suave, casi agradable. En vez de girar en la esquina que me llevaba a la frutería he seguido andando, he subido la cuesta que desemboca en el Retiro, he enfilado Menéndez Pelayo y luego Narváez (que sigue de obras).

Se ha hecho de noche, pero la temperatura seguía siendo deliciosa. Como siempre que uno lleva el paraguas por precaución, no ha llovido. He entrado en una tienda de libros (que no librería, cerradas ya a esas horas de un sábado) en la que no he encontrado lo que buscaba. Mucha cola en la caja, ningún dependiente al que preguntar. Me acerco a la caja, le pregunto a una chica de la tienda por uno de los libros que busco, el más importante, el más urgente. Se extraña, pregunta a un compañero, me dice que aún no ha salido, que sale la semana que viene. Le indico que, según tengo entendido, ha salido esta semana. Me responde, despectiva: “Ya, anunciado en algún suplemento de esos cultural, ¿no?”. Me voy, un poco decepcionada. Por el libro y por el trato.

Salgo al cruce de Alcalá con Goya y me dejo arrastrar por la marea humana. Hora punta de compras. Evito El Corte Inglés. Y de pronto me acuerdo de que el antiguo cine Benlliure (sin duda el cine de mi infancia, el cine de las tardes de sábado y Navidad, el cine donde perdí cazadoras, gafas y abonos transporte) es ahora una especie de FNAC llamada ABAC. Entro y me alegro de que esté vacía. No necesito preguntar: veo el libro enseguida. La portada en blanco y negro, la mujer de otro tiempo con el pelo corto y rizado tapándole los ojos, la boca sensual y la cara levantada desafiando al sol, al viento. Le hago un corte de mangas mental a la pobre muchacha de la tienda amarilla y verde y, con la alegría del deber cumplido, con el objeto de deseo en mis manos, me doy una vuelta. El otro libro que estaba buscando – y que no vi en la tienda anterior – lo encuentro fácilmente (también sin preguntar) en el stand de novedades de narrativa extranjera. Es lo que tiene para los letraheridos entrar en una tienda de libros en una tarde ociosa y sin prisa. Que suele ser difícil no sucumbir. Otros dos tras cuya pista andaba me asaltan sin remedio. De uno no queda más que un ejemplar, así que lo cojo. El otro lo cojo porque también, por el autor y por el título.

70 euros en libros más bien extraños. Y yo feliz.

Para celebrar la templada y fructífera tarde, compro un helado de menta y chocolate en Alboraya y me vuelvo a casa andando, satisfecha e impaciente, con la boca fresca, masticando trocitos de chocolate y con un cargamento de pequeñas ilusiones (una más grande que las otras) en una bolsa.

Y sin la lechuga, claro.




Hermosas portadas para títulos sugerentes.

Así compro yo los libros...

domingo, 12 de octubre de 2008

Los Secretos en Las Ventas



Poder decir: Yo estuve allí.

Ver Las Ventas, hasta la bandera, reventar. Sentir caerse los tendidos. Ser consciente de vivir algo que merece la pena, algo que se recordará, que se contará.

Participar de una noche perfecta. Sin viento, sin lluvia, sin frío.

Cuando crees que no, siempre aparecen personas dispuestas a un concierto.

Desde el último tendido, la vista era increíble. Ni un hueco. Niños, medianos y mayores, cantando y bailando hasta el final. (18.000 personas, las entradas agotadas desde hacía días)

Dos horas y media vibrando.

Un piano, un octeto de cuerda y apoteosis con los artistas invitados. El menos previsible, Fito Cabrales (con Carlos Raya a la guitarra) y su versión acelerada de Quiero beber hasta perder el control, y muy enrollado David Summers con Ojos de Perdida. Miguel Ríos y Sabina, ellos mismos, como siempre (con sus versiones sabidas de Ojos de Gata y Por el bulevar de los sueños rotos). Igual que Manolo García, en Volver a ser un niño. José María Granados es de la familia, su Nada más sigue funcionando. Conchita y Amaral, ellas mismas también.

Álvaro contento, relajado y pletórico. Jesús Redondo se lució al piano. Ramón Arroyo imprescindible y cediendo protagonismo. Juanjo Ramos, el más simpático en los bises.

La gente, entregada, sin ganas de irse, dispuesta a todo y más.

Divertida versión de Déjame cantada por el público y con el grupo haciendo los coros, ensayada ya en el concierto de la Joy Eslava el pasado 15 de diciembre: más íntimo aquel, más festivo el de ayer, complementarios y distintos.

Distinta también yo, desde entonces.

(Le vi en aquel concierto al que nunca fuimos juntos y me marché sin saludarle, sin provocar un encuentro. Creo que él no me vio y el destino quiso que no nos encontráramos)

Sí, claro que canté La calle del olvido pensando en ti y en Arancha. Esa canción os pertenece, cómo no.

Cómo permanecer indiferente al Ahora que estoy peor. Eso es imposible.

También te dediqué Déjame, con rabia. Y Ojos de Perdida.

Pero con una rabia distinta a la de diciembre. Rabia sin deseo ya. Rabia orgullosa. La herida es ya cicatriz. Ya no supura. Queda la marca, pero es sólo carne muerta. La sensación de entonces fue Hoy la vi. Ayer supe que ahora puedo gritar Ya me olvidé de ti.
Al principio sí sonaron algunos acordes de Contando estrellas. Pero no tocaron No es amor, ni Adiós tristeza, ni Años atrás, ni Soy como dos. Casi mejor. Que se queden para escuchar en la intimidad.



Que me quiten lo bailado,
ya no sueño con volver
los recuerdos del pasado,
a ellos no renunciaré,
pero yo no me arrepiento
y ahora que todo acabó
no te dedico un lamento
sino un poco de mi voz...

martes, 7 de octubre de 2008

Soy

SOY

Soy la chica que siempre tiene frío en los trenes
la que huye de la lluvia y las madrugadas sin luna
la que busca miradas más allá de los ojos.

Soy la mujer que viste pies de nieve
la que ofrece el mar en sus manos
la que alarga el verano enredado en sus versos.

Soy la niña a la que asusta el gallo
la que se esconde de la luz de la mañana
la que resbala en sábanas de piel.

Soy la que lleva los besos conmigo
la que tararea canciones en sueños
la que duerme cuando no debe.

Soy deseo y duda y ganas
y furia y boca y miedo
y palabra y caricia y ternura.

Soy.

Y hoy me basta mi existencia.