La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

martes, 31 de diciembre de 2013

A INVENTAR 2014


La vida se nos da vacía . Tenemos que inventar la parte feliz

- Richard Ford. Canadá-


Hay años que marcan la vida. Años que se recuerdan siempre. Años sellados por el amor o por los cambios, por acontecimientos que suponen finales o comienzos. Y otros que pasan sin pena ni gloria porque no hay mucho que reseñar de ellos, apenas algo que recordar - tal vez un viaje o un encuentro  - y permanecen en el calendario de nuestra memoria como una nebulosa de días intercambiables, de rutinas, de tedio.

2013 ha sido uno de esos años un poco bobos, insulsos, perfectamente olvidables. Algo de ruido exterior pero poco cambio interior. Más trabajo (y peor), más cansancio, más desgana. Vergüenza del oficio, incomodidad, desmotivación laboral. Sólo 16  post (con este 17). Una novela que no avanza, o avanza tan lento que cada vez cuesta más dar el siguiente paso.

Sin motivos para el recuerdo pero tampoco para la queja. Buena salud mía y de los míos, dos bodas (y ningún funeral), un nacimiento, dos viajes felices y perfectos, un par de fines de semana en la sierra en esa casa soñada en vías de extinción, algunos encuentros, las amistades de siempre y las nuevas, la terraza (con su rosal, su cosecha de pimientitos, su hierbabuena y su albahaca), la piscina, el verano tranquilo (y corto, siempre demasiado corto), la feria del libro y sus fiestas y sus posados en fotocall, las presentaciones de libros, los aperitivos de domingo que acaban a las diez de la noche, esos otros domingos de paseo por el Retiro y películas petardas de Antena 3.

Ha sido el año de Twitter, también. Un descubrimiento tardío del que renegué durante tiempo porque no le pillaba el punto y gracias al cual he recuperado algo de mi pulso periodístico, en permanente peligro de adocenamiento, y he encontrado gente inteligente, con la que me río, de la que aprendo, que mantiene mi mente estimulada en un mundo en el que cada vez encuentro menos cosas que me saquen de la rutina y el aburrimiento.

Me indigné y me entristecí en enero por las nuevas condiciones laborales; nevó en febrero; en marzo viajé a Oviedo por la mejor de las razones y me dí el capricho de una tarde sin salir de la habitación del Reconquista, la lluvia fuera y el calor dentro; en abril descubrí a Rodríguez e imaginé amores platónicos por encima de mis posibilidades; en mayo floreció el rosal; en junio se casó uno de los pocos amigos antiguos que conservo y el destino jugó al despiste: lo que pudo haber sido no fue; en julio mi Lisboa querida, (a la que aún le debo algún otro capítulo de memorias), quizá lo más memorable de este 2013; en agosto mi refugio de mar y descanso, y una playa desierta después de una tormenta de fin de verano; en septiembre varias fiestas veraniegas retrasadas y la lluvia inoportuna; en octubre el otoño con la tristeza de todos los otoños; en noviembre un fin de semana pleno de amigos y campo, una botella de tequila a medias para celebrar un cumpleaños fuera de fecha y una chispa de emoción que se extinguió como el sueño de Cenicienta al llegar las doce; en diciembre el frío, la puta realidad destrozando las ilusiones que nos atrevemos a imaginar y de nuevo los amigos que elegimos de familia como el mejor lugar donde ser feliz.

Pero de alguna manera hay que llenar el vacío de la vida. Y en 2014 habrá que seguir inventando motivos para la felicidad o la ilusión. Que en abril cumplo 40 y aunque conozco la trampa que encierra todo deseo, a este año le pido, con todo el descaro, señales que no despisten, ilusiones que no se malogren antes de estallar, empujoncitos de alegría que hagan memorable el año. Que alguna mentira inventada se vuelva verdad.



FELIZ    2014