La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

miércoles, 31 de diciembre de 2014

MEMORIAS INVENTADAS DEL AÑO DE LAS SORPRESAS (O MI RESUMEN DE 2014)

La sorpresa es una liebre. El que sale de caza nunca la verá dormir en el erial.
(C. Martín Gaite. Nubosidad Variable)



Empezó el año entre amigos, con amaneceres hermosos y un proyecto de viaje.

Lisboa en febrero, ciudad que no defrauda nunca a pesar del temporal. Y esa manera de viajar a los lugares a los que uno vuelve por placer. Visitar un cementerio, atravesar la ciudad en autobuses extraños en busca de una librería y encontrar en el sitio menos pensado una de las mejores tartas de chocolate que has comido nunca, regalar una camiseta, comprar un bolso y un jersey, que te regalen un vestido. Contemplar el fin del mundo desde la habitación del hotel, el viento y la lluvia azotando la ciudad, y decidir salir a pesar de todo, sólo por volver a probar el delicioso bife del Café de Sao Bento.

Pasó marzo entre rutinas ansiando la primavera y preparando un viaje de cumpleaños.

Llegó  abril con un catarro y una fiesta de cumpleaños adelantada, sorpresa total y orgullo de tener amigos así. Hubo celebración de los 40 en París y los guionistas se portaron. Ganas de quedarse, muchas cosas pendientes en una ciudad que tenía ganas de conocer en primavera y a la que debía una reconciliación. Promesa de volver, a pesar de la maldición de regresar a los lugares donde se ha sido feliz, que no lo es tanto mientras sigan existiendo. Semana Santa apacible, con la familia elegida de los amigos, arroces y bacalhau, en un lugar al que no podremos volver.

Mayo fue una escapada al mar: perdimos un árbol y ganamos un restaurante. Llegó la Feria del Libro y mantuvimos el tipo en sus fiestas, hubo encuentros y reencuentros, conversaciones casuales que una nunca imagina lo que pueden desencadenar (la liebre dormida que, en su aparente placidez, custodia las sorpresas que habrán de estallar cuando menos se esperan) y decepción por un Mundial de Fútbol que nos recordó que toda gloria acaba en decadencia y que más nos vale estar preparados para los malos tiempos.

Junio acabó difícil pero con final feliz. El susto de lo que llega sin avisar y nos pilla con las manos vacías, cuando el tiempo que creíamos eterno de pronto se acorta y somos conscientes de que puede acabarse en cualquier momento. Sin posibilidad de elegir cartas, a apuesta ciega, echarle un órdago a la enfermedad y encararse con la muerte, espantándola porque aún no toca, porque no es su hora. Y, cuando se aleja por fin, respirar hondo y llorar todo el miedo acumulado, la rutina de hospital, las responsabilidades que no quisiéramos asumir, no así, no todavía. Deseos de echarlo todo a la hoguera, de olvidar, de seguir con la vida de pronto interrumpida.

Y llegó julio y con él la esperanza que vuelve con todos los veranos, esa promesa de adolescencia, ese tiempo de soñar. Rutina de terraza y piscina, de fiesta y vestidos cortos, ganas de retiro y de paz.

Agosto fue el mes raro, el mes de los imprevistos. Vacaciones interrumpidas y otra rutina de hospital, inesperada y más preocupante, más incertidumbres. El no saber, esa pesadilla. La tarea de los padres es aceptar que los hijos crecen. La de los hijos asumir que los padres envejecen.

Verano extraño en Madrid y el intento de mantener la paz interna, el equilibrio, el no venirme abajo en cualquier momento. Nadar y pensar. Nadar y olvidar. Nadar para no pensar. Nadar para olvidar. Largos y más largos. Un fin de semana de ferragosto pleno: otras piscinas, luna llena, vida de sierra, tan querida.

En Madrid caían árboles y nadie pensaba en enamorarse. Días duros y noches felices en el sofá de la terraza, lecturas que encendieron luces que creí apagadas, insomnios productivos, casualidades y rendiciones, liebres recorriendo la ciudad, exposiciones, estaciones, atardeceres, momentos sorprendentes incluso para el más experto cazador.

En Septiembre se prolongó el verano. Por fin las vacaciones pospuestas. Nadar, comer, beber, dormir, placeres varios y variados: a estas alturas hay pocos que nos estén prohibidos. Es lo bueno de la edad: aprendes que todo llega y todo pasa, que nada hay definitivo salvo la enfermedad y la muerte, que todo va y viene y el tiempo coloca o descoloca recuerdos, afectos, sentimientos; que cada uno se construye la vida como puede, como le van dejando y a veces hasta como quiere, aunque pocas veces se parece a como la soñó veinte años atrás. Vida de mar, vida de barco. No querer volver. Deseos de hacer eterno el verano, de no cambiar la piel. Vivir en ese paréntesis alejado de las obligaciones, los padres, los hospitales, las preocupaciones. Cagarla al final, no poder vivir sin el drama, sin las lágrimas por lo más banal. Aguantar el tipo y ser más fuerte que nadie ante las cosas graves y perder los nervios por las tonterías. Ser incomprensible para mí, para los que me rodean. Ser tan injusta, a veces. Tan inoportuna. Tan desmesurada. Llorar una hora en el viaje de vuelta por haber olvidado un melón y una sandía. Y no poder parar.

Al regreso, volvió la lluvia y la melancolía. Nos refugiamos en el cine que habla de la vida, en Boyhood, una de esas películas que marcan momentos de la biografía, mientras volvía la rutina de médicos, sustos y hospitales, heridas que no acaban de curar, decisiones que tomar, operaciones a corazón abierto sin fecha ni garantías. Al final el azar y la cordura dejaron la partida en tablas. Poder elegir cómo tentar a la suerte y preferir que la naturaleza siga su curso. No huir a Samarkanda.

En octubre otro amago de verano. Paréntesis para remendar los olvidos y bañarse en el mar en pleno otoño, mientras en Madrid tormenteaba. Cielos hermosos on the road, volver a los recientes viejos lugares conocidos donde nos reconocieron y nos hicieron croquetas de gamba por encargo, emborracharse con rusos blancos, cantar feliz mis canciones de siempre a la ida y a la vuelta, sin dramas esta vez, con una camiseta anónima, zapatillas chulas y otro fin de semana memorable en la maleta.

A final de mes una despedida triste de un lugar hermoso, tan querido. Rescaté cántaros y patos, un recordatorio de los momentos felices, de los amigos generosos, de las escapadas que salvaron veranos, puentes, fiestas. Otro fin de semana de sierra, en un otoño veraniego plácido y cálido, en el que también hubo un cumpleaños, un vestido que por fin se estrenó, copas, risas, y excesos de los que no caben en una canción.

Noviembre fue mes de vida social, presentaciones, reencuentros, programas de radio recordando a Enrique Urquijo. Noches memorables y esperadas bebiéndonos Madrid, noches que se hicieron demasiado cortas, noches que quedarán para siempre en el recuerdo, noches de emociones, de sensaciones, de sonrisas, noches que descongelarán nostalgias futuras. Noches de Bremen, esa tripulación que aún navega. Ver a los amigos de lejos, tan queridos. Y a los de aquí que apenas vemos. Hemos crecido, han cambiado nuestros intereses, nuestras obligaciones. Pero alguien dice "reunámonos" y el encuentro se hace posible, y todos se esfuerzan, y una vuelve a creer en ciertos milagros, en la fuerza de la voluntad, en el poder de la amistad. Y la noche es perfecta y hermosa, y una vuelve a casa pensando si se volverá a repetir algo así, porque las noches mágicas no son frecuentes y una quisiera vivirlas más a menudo.

Acaba 2014 en un diciembre soleado y apacible, de amaneceres incendiados, de noches de escritura a la luz de las velas, bebiendo té y vino, fantaseando por encima de mis posibilidades y soñando con que nunca llegue el invierno, ese frío del que habla John Berger: El frío es el dolor de creer /que nunca volverá el calor. 

El frío aún no duele y se acaba este año raro, donde lo mejor y lo peor se ha mezclado de manera muy extraña. Lo terrible y lo mágico. Lo maravilloso y lo sorprendente. La angustia y la calma. Lo perfecto y lo incorrecto. Año de viajes soñados cumplidos y cumpleaños doblemente feliz. Año de cifras redondas que inaugura la década de la seguridad y el equilibrio, la claridad y la sabiduría, donde ya puede una ponerse el mundo por montera y conducir su vida desde la libertad.

Final de año de intuiciones felices, números favorables. 2014 y el número 7. Gratitud y felicidad en cada brindis, la plenitud de quien se siente afortunada. Esperanza en el 2015, que dicen los astros que será muy favorable para los arianos y que suma 8. Mi número favorito.

SALUD, SUERTE Y ALEGRÍA PARA 2015

lunes, 8 de diciembre de 2014

SI QUIERES BAILAMOS





De repente esta invitación al baile 
esta música del azar
esta danza de movimientos sutiles
este caminar de puntillas 
este balanceo de pies que no se mueven 
este aleteo de brazos torpes. 

De repente este tango improvisado 

donde cada paso es abismo 
         tropiezo 
 duda  
     traspié  
este contener la respiración 
ante el siguiente gesto 
este olvidar lo aprendido 
esta falta de instrucciones 
para seguir el compás sin perder el ritmo.

De repente este vals de la incertidumbre 

este vértigo de círculos concéntricos 
este escribir piruetas en el fango. 

Para la música 

y sólo queda 
esta lucha de silencios 
este batir de labios en duelo.




lunes, 17 de noviembre de 2014

HAN LLOVIDO 15 AÑOS SIN ENRIQUE URQUIJO







Han llovido quince años y queda lejos ese 17 de noviembre del 99, ese invierno fatal aunque el calendario mintiera diciendo que era otoño. Oír una canción de Los Secretos en la tele y correr al salón, y no dar crédito a la noticia, añadir tristeza a la tristeza, pérdida al desamor, la mala suerte como la peor de las amistades. El más terrible de los destinos convocado antes de tiempo, la autoprofecía cumplida, pero cómo explicar que me vuelvo vulgar al bajarme de cada escenario. 

Han llovido quince años y hemos sobrevivido a los que quisimos querer y no nos quisieron, a los que nos dijeron que no, a los que nos rompieron el corazón y las certezas, a los que emborronaron para siempre un presente condenado a ser pasado, a los cambios de planes, a los adioses inexplicables, a los portazos y a los gritos, a los muros y a los silencios. 

Han llovido quince años y han cambiado las dudas y las (in)seguridades, los miedos y los errores, que siguen siendo los mismos pero diferentes, a ratos queremos volver a ser niños y al minuto siguiente comernos el futuro, las distancias y lo que haga falta, porque hay trenes que no vuelven a pasar y mejor no perder(se) ninguno. 

Hemos crecido, nos hemos hecho viejos de repente y a veces, en las tardes grises, cuando pasamos por la puerta de un colegio nos ponemos a recordar y aparecen sombras en ciertas calles, cuyo nombre pertenece a un alguien que fue, que nunca podrá dejar de ser, las cosas de la vida son así, la nostalgia y la tristeza suelen coincidir

Han llovido quince años y lamentamos todo aquello que se nos escapó, los conciertos a los que no fuimos, los encuentros a destiempo y los desencuentros a tiempo, los déjame, las oportunidades perdidas, los ya nunca, los no volverán, lo que dejamos de decir y lo que dijimos de más, lo que fue y lo que pudo haber sido. 

Han llovido quince años y seguimos abrazando ilusiones como si fuera la primera vez, seguimos escribiendo sobre vidrios mojados, apostando la vida a un solo as o a la reina de corazones, agárrate fuerte a mí, ojalá siempre a tu lado, adiós tristeza, adiós soledad, esta historia continuará, no más corazones de cartón, no es amor pero está bien

Han llovido quince años y volvemos a las viejas canciones cuando faltan los viejos amigos, cuando nos abofetean los recuerdos o para invocar memorias nuevas, cuando no podemos esquivar el destino o ignorar el azar, cuando la liebre se remueve en el erial y alguien en facebook comparte un vídeo o una canción aparece de fondo en la escena de una novela. 

Han llovido quince años y cada 17 de noviembre vuelve el recuerdo de Enrique Urquijo, que nunca se fue del todo, en contra de su voluntad, no quiero si desaparezco que nadie recuerde quién fui, lazo de tantos encuentros, enredador de casualidades, mecha de amores al hilo de sus canciones, de su voz para siempre triste, de su triste figura. 

Han llovido quince años y nos sigue faltando Enrique Urquijo, al que lloramos como se llora a los fantasmas del pasado, con incredulidad y rabia, porque nos dejaron a medias, porque se llevaron parte de nosotros, porque nos legaron piezas sueltas que no encajan en ningún puzzle, salvo en el que nos arrancaron aún incompleto. 

Han llovido quince años y ojalá que dentro de otros quince conservemos la suficiente memoria para que al escuchar a Enrique Urquijo se nos siga poniendo de punta el sentimiento, de gallina la piel, permeable aún a la más desolada de las sensibilidades, a la más abatida de las gargantas, capaz de hacer de la derrota una obra maestra, del fracaso la más perfecta de las victorias. 

 Gracias, maestro. Sigues formando parte de nuestras vidas.



 




miércoles, 5 de noviembre de 2014

NOCHES DE OTOÑO

Para Kika, que sigue siendo mágica 


Este no servir para el tango, este no querer dejarse llevar ni saber esperar, este papel de dejarse conquistar cuando al invasor se le aguarda pero no acaba de llegar, ese tártaro que nunca viene porque lo único que existe es el desierto.

Esta naturaleza del hierro, tan compacto, tan pesado, que sin embargo nada puede hacer contra la fuerza del imán. Esta falta de estrategia, esta paciencia que no tengo, esta imprudencia de no guardar ases en la manga ni conejos bajo el sombrero, donde sólo cabe mi estúpida cabeza, incapaz para el cálculo y la medida justa.

Las implacables leyes de la atracción, tan inexactas.
La ecuación irresoluble del casi.
La ocasión pero no las circunstancias. Las circunstancias pero no la voluntad.
La conveniencia de la distancia porque la cercanía es certeza asesina.

Se cumplió la paradoja más terrible: nada que objetar. 

martes, 23 de septiembre de 2014

FIN DE VERANO RARO

Duermo en otoño soñando veranos
buscando la luna que se escapa entre mis manos
-Juan Pardo. ¿Quién es es loco?-


Septiembre es un mes raro porque todo acaba y a la vez todo está a punto de empezar. Nos renovamos promesas que no cumpliremos, nos permitimos imaginar nuestra mejor versión en un futuro siempre a punto de comenzar a la vuelta de la esquina, del día, del mes, para conjurar la añoranza del verano que agoniza y alejar el recuerdo de todo lo que arrastramos antes de que la luz de agosto lo diluyera en sus tardes de nunca acabar. 

Llega a su fin este verano raro de placeres interrumpidos, noches urbanas de azotea y mojito, lecturas de madrugada que dispararon la imaginación y el deseo, tardes de exposiciones y paseos por Madrid, besos intempestivos, fotos secretas, piscinas, hospitales, preocupación y espera combatidas a fuerza de brazadas contra el agua, dos súper lunas llenas a las que dirigir plegarias para aliviar la incertidumbre, una felicidad inesperada donde menos podía pensar y el fondo de perplejidad que late cuando apenas podemos creer que nos pase justo lo que nos está pasando, que algunos de nuestros temores cobren vida y se instalen en la realidad de cada día, la presente y la futura, no dejándonos más alternativa que plantarles cara y prepararnos para resistir una lucha que se prevé dura y aún así se desea larga.


Ya está aquí el otoño y seguiremos soñando veranos, lunas que se escapan de las manos, procurando no volvernos locos, mantener la calma y cuidarnos de las trampas: las de la realidad y las de la imaginación. 

jueves, 18 de septiembre de 2014

VUELVE LA LLUVIA


Miércoles 17 de septiembre de 2014


Hoy ha vuelto la lluvia a Madrid y toda la melancolía de septiembre de golpe. En el camino de vuelta a casa el reproductor de música escupe canciones antiguas que traen recuerdos no convocados y reavivan nostalgias pasadas, presentes y futuras. Los Secretos, Revólver, esas otras vidas que creí dejar atrás pero que a veces vuelven y se proyectan en este ahora de tránsito, de cambio de estación y de piel. Sigo dejando mis huellas en los sobres de las cartas que no escribo, me muerdo los dedos para no teclear mensajes a destinatarios que no desean recibirlos, que ya no piensan en mí, que quisieron olvidarme. 

Jabois escribe sobre Boyhood y me brota toda la emoción que no sentí mientras la estaba viendo. Uno no elige cuándo ni cómo le llegan los sentimientos o las emociones.  A veces el clímax de un momento no se produce mientras se está viviendo, sino cuando es procesado, recordado. Es entonces cuando adquiere significado, cuando explota y lo llena todo, no dejando sitio para nada más.

En Boyhood se suceden las despedidas. Y caigo en la cuenta de que en el fondo la vida es eso: una sucesión de despedidas, un dejar atrás casas, amigos, objetos, lugares donde fuimos (a ratos felices, a ratos infelices, pero fuimos). La gente suele decir que hay que atrapar el momento, pero yo creo que es justo al revés: son los momentos de la vida los que nos atrapan a nosotros. Como si siempre fuera ahora mismo. Momentos. Los momentos que se quedan en nuestra memoria, sin que sepamos por qué unos recuerdos permanecen y otros no. Eso es Boyhood. Eso y más. Es recordarnos que las decisiones que tomamos afectan a otros. Que cuando somos pequeños nuestra vida la marcan otros, padres, profesores, sin que tengamos mucho margen de acción. Que son las elecciones a las que no damos importancia las que pueden llegar a ser importantes. Y que las decisiones que creemos trascendentes con el tiempo se matizan y pueden revertirse.

El tiempo. Esa sensación tan subjetiva y a la vez el más real de nuestros condicionantes. Mientras veía la película pensaba que ojalá Mason no creciera más y a la vez quería verlo crecer. Imagino que es algo que los padres sienten toda su vida sobre los hijos. En esta entrevista , el propio Linklater dice que Boyhood podría haberse titulado Paternidad. Esa madre que ve a su hijo de 18 años irse a la universidad y le reprocha su alegría por marcharse, mientras ella siente cómo su vida se vacía. Como espectadora, veía a Mason de pequeño, guapo, bueno, ingenuo y, cual guardián entre el centeno, quería preservarlo así. Iba creciendo y en cada edad tenía su encanto. Esa es la genialidad de Linklater. Darnos la posibilidad de verlo crecer y hacerse más libre, más consciente de sí mismo, más capaz de tomar sus propias decisiones, de tener sus propios pensamientos. Y sus propias vivencias. En sus etapas de infancia sus vivencias son también de otros (su madre, su hermana, sus hermanastros, su padre). A medida que se hace mayor sus experiencias se van haciendo íntimas. Sus diálogos con las chicas, con cada una de ellas, son sólo suyos. Su mirada, a través de la fotografía, también. Impagable el diálogo con el profesor en el cuarto de revelado. Claves de vida que a ciertas edades no siempre escuchamos o estamos preparados para comprender.

El poso que deja Boyhood es a posteriori. Me vienen ahora escenas, gestos, que en la proyección me dejaron indiferente. No puedo parar de escuchar su banda sonora, y echo de menos en ella las canciones que el personaje de Ethan Hawke (para siempre Jesse) compone para sus hijos. Y, sí, lloré en esas escenas de road movie con esta canción de fondo, que habla de la importancia de dejar marchar a las personas que amamos cuando ellas quieren volar lejos, cuando necesitan salir a vivir otras vidas. Nuestra necesidad de ellas no va a cambiar sus deseos, ni sus ambiciones. Y entonces es mejor dejarlas ir, aunque se lleven una parte de nosotros, aunque nos dejen a solas con nuestro vacío.


domingo, 14 de septiembre de 2014

PIEL DE VERANO



El cuerpo aún caliente de sol y la piel dorada de mar, sudando sal, suave y bella como se pone al final de cada verano, ese único par de semanas al año que se vuelve terciopelo y guante, caramelo puro.

El efecto visible durará apenas unos días más y después no quedará más que anhelo del color del verano, de ese tacto que se perderá con el otoño, con los días cortos y las noches frías. En nada volverá la palidez y la aspereza, la imperfección que habrá que camuflar con maquillaje y artificio, la luz mortecina que azulará las venas y helará la sangre. La necesidad de esconder sustituirá al impulso de mostrar y todo será más triste.

Desaparecerá el brillo en los ojos, la posibilidad y la promesa, el horizonte del viaje y el descanso. El mar quedará lejos, las piscinas cerrarán, las terrazas nos esperarán en vano y se hará más difícil caminar cuando el viento nos abofetee en la cara. Habrá que esconder las manos para que no se nos congelen y los bolsillos se volverán piedra. 

Los atardeceres cada vez más tempranos y los amaneceres fríos anticipan el fin del verano, aunque los días aún nos hagan creer que no se acabará nunca. El sol nos ciega y la luna nos engaña, pero se nos aparecen desplegando belleza y seguimos teniendo esperanza porque la alternativa es la ausencia de vida.




sábado, 30 de agosto de 2014

40 veranos



Madrid. Becerril de la Sierra (Las Gacelas). Pastrana. Salou. Navacerrada (Doña Endrina). Playa de La Franca (Asturias). Navacerrada (Arcipreste de Hita). Irlanda (Dublín). Navacerrada (Prado Jerez). Estados Unidos (Philadelphia, Washington D.C., New Jersey, Ocean City, Nueva York, Dutch Country). Gandía. Navacerrada. Santa Pola. Fuengirola (Marbella, Mijas). Santiago de la Ribera (I). Tenerife. Mallorca. Denia. Santiago de la Ribera (II). Denia. Marbella. Rincón de la Victoria (I). Lanzarote. Cuenca. Ámsterdam. Sicilia. Denia. Cádiz (playa de La Barrosa). Denia. Cádiz (San Fernando). Denia. Extremadura (La Vera). Praga. Villanueva de los Infantes. Real de San Vicente. Denia. Florencia, Venecia. Cádiz (San Fernando). Rincón de la Victoria (II). Almagro. Denia. Valdemorillo. Lisboa (Elvas, Évora). Denia. Alpedrete. Madrid. 




domingo, 6 de julio de 2014

VOLVER A LOS VERANOS



El verano es siempre una promesa de nueva adolescencia 
(Ramón González Correales. Leído aquí )







Volver a los veranos y a Quique González. Y a las canciones que miden cada uno de nuestros veranos.

Se nos iba la vida al quitarnos la ropa 
en aquella pensión tan pegada a la playa, 
nos contamos mentiras, nos compramos promesas 
 nos hacían cosquillas las luces del alba.


Nunca se siente uno tan joven como en verano. Porque en casi todo lo bueno que nos pasó alguna vez hubo un verano, una playa, una piscina, una terraza, un vestido, una borrachera, una noche interminable, un amanecer, un beso.

Y que no rocen la herida, no me ofrezcan otro trato, 
no me vayan a engañar, 
es la forma más sencilla cuando eludes tu pasado 
de no, de no volverlo a pisar.

Incluso ahora que los veranos son más para la paz que para el arrebato, más para la soledad que para el jolgorio, para la pausa y la holganza, no deja de latir en ellos una cierta emoción, una predisposición de ánimo que nos mantiene en vilo. Como si en cualquier momento pudiera suceder algo que nos haga volver a medir el tiempo en veranos, a recuperar la adolescencia.

Y el amor es la moneda que dejamos siendo niños 
 en la vía del tren. 
Y tu cama la autopista
 que incendiamos no tan jóvenes.



Porque el verano se antoja largo y dulce, porque alberga promesas. Aunque no haya ya grandes planes, ni toque viaje, el verano es tiempo para soñar.






martes, 24 de junio de 2014

HOGUERAS

Tirarse al fuego. Deseo de arder, de quemarlo todo. Destruir o purificar. Abrasarse y renacer. Ceniza y después qué. La sed, el agua. El frío tras el calor. La sucesión natural de los estados. Sólido, vapor, líquido. Humo. Fumatas negras hasta lo blanco. Expiación de los pecados, propios y ajenos, los que asumimos y los que no nos corresponden, y tal vez un atisbo de purificación. Llega un momento en que ya no es posible la pureza. Ni la vuelta atrás. Sólo desear el fuego y el abismo de la llama, que nos mira porque lo miramos.

El espectáculo inabarcable del fuego, como el mar. No puede cansarse uno de contemplar el fuego ni de mirar el mar, con sus sonidos de sirenas. Crepitar de chispa, rumor de ola. Dónde está la fuerza y dónde la calma. Una gota puede destruir más que una explosión, una chispa más que un diluvio. Es cuestión de tiempo y paciencia: medir las horas y las distancias, ese arte. La dificultad del equilibrio. Su imposibilidad casi siempre.

Esta noche habrá hogueras. Y quizá las apague la lluvia. Fuego y agua, esa lucha. Quién aviva a quién. Quién quema y quién ahoga. Dónde la furia y dónde el silencio que mata.


Qué destruir y qué no. Cómo elegir. Quemar o salvar. Arrasar la tierra y volar los puentes para no volver. No dejar enemigos ni testigos que nos recuerden quiénes fuimos. No dejar esqueletos ni cadáveres. Sólo cenizas y horizonte


domingo, 15 de junio de 2014

FIN DE FERIA (Memorias atrasadas de una primavera fugaz)

Tienes la herencia de un puzle bien hecho,
la escalera sin abismos,
guiones, secuencia, memoria...
Lo demás ya es coronar lo habitable
y seguir compartiendo vértigos dulces

-Mila Valcárcel. Funambulismos-


La primavera ha sido intensa y fugaz y en estos días que anticipan verano todo parece lejano, como si en vez de meses hubiesen pasado años, que puede que también.

Abril empezó con un catarro y una fiesta que tal vez esperaba pero no sabía cómo ni cuándo, donde se revelaron algunas certezas y se disiparon nostalgias. Una mezcla extraña de sorpresa, emoción y alegría que te deja tan noqueada que la reacción es lenta y no parece suficiente. "Cómo te quieren tus amigos", me dijo mi madre, que disfrutó como pocas veces la he visto disfrutar con algo, y que parecía más entusiasmada que yo. Entusiasmada y de alguna manera tranquila al comprobar que algo habremos hecho bien si hay quien se esfuerza y se preocupa por organizarte una fiesta sorpresa en tu 40 cumpleaños a la que acuden casi 30 personas. A menudo damos por sentadas las cosas que parecen obvias y olvidamos que de vez en cuando un acto, un gesto, son importantes para hacerlas reales y permanentes. Esa noche ya es recuerdo tangible, alimento de mi memoria.

Dije París y el deseo se cumplió. Y si vas a París a recibir los 40 hazlo bien. Llega y que te reciba una puesta de sol sobre el Sena, desde el Puente Alejandro. Alójate en un hotel literario con habitaciones identificadas por nombres de escritores. Cena en la terraza de un café con música en directo una de las mejores hamburguesas que has comido nunca. Desayuna mirando al templo de la Madeleine. No esperes colas en el Louvre ni en el Museo  d´Orsay, porque tienes amigos que saben cómo hacerte feliz. Haz que los guionistas planifiquen sol durante cuatro días y que llegues justo el día que el BateauBus cambia a horario de verano y puedas ver París de noche desde el Sena. Que concedan otro atardecer desde la terraza del Centro Pompidou, París todo tejados, horizonte y grúas, porque no todo puede ser perfecto ni conviene que lo sea. Sube a las torres de Notre Dame, que bien valen unas agujetas de tres días. Que la medianoche del día de tu cumpleaños te pille cenando en Le Grand Palais con luna llena. Que en el lugar donde desayunas el día 15 de abril haya rosas blancas en la mesa. Que te enamores fugazmente de una preciosa adolescente argentina que hace cola delante de ti, porque esto es París y es primavera, y que ella te llame "señora" justo el día que cambias de década. Pásate el día pateando el barrio latino y siéntete afortunada, aunque no te guste el cementerio de Montparnasse y te haya decepcionado la tumba de Cortázar, porque no ha dado tiempo a visitar Père-Lachaise y tienes fresco el recuerdo de Prazeres y San Michele. Admira la Torre Eiffel de lejos, pasa por debajo de noche y descarta subir de día porque hay tanto que ver que cumplir con el ritual del turista disciplinado es no haber comprendido lo que es viajar. Vuelve con un año más, feliz, y con ganas de regresar a los lugares donde no has estado, porque París no se acaba nunca y te deja con mieles en los labios para muchas visitas.



Después se precipitó la Semana Santa con un plan inesperado y familiar, bacalao y  arroz negro, tenis y Trivial, sol y amigos. 

Y mayo pasó tan rápido como llegó, y se plantó la Feria del Libro. Una feria rara este año. Raras sus fiestas (todo dificultades para conseguir invitaciones), en las que faltaron las caras conocidas de otros años, los amigos del fotocall. Este año me ha parecido todo menos divertido, menos brillante, menos excitante. Tal vez haya sido cierto cansancio físico o que la emoción se extingue año tras año, o que he echado de menos a algunos amigos, pero en general esta feria me ha sabido a poco. Y eso que conocí a David Gistau, un tipo simpático y conversador tan brillante en el vis à vis como en sus columnas. Y tuve un encuentro tan sorprendente como inesperado con mi admirado Ray Loriga, que se interesó por un libro del que le hablé y conversamos sobre Lisboa, sus jardines y sus finales de fútbol. Y me crucé con Jorge Bustos, cuya altura siempre me sorprende porque no sé por qué arbitraria razón me lo imaginaba más bajito.

Hoy se acaba la feria y abren las piscinas, con lo que puede concluirse que empieza el verano. Y hasta el viernes tenía ganas de Mundial pero visto lo visto hoy tengo miedo. Porque este no va a ser como el de hace cuatro años. Porque si no pasamos ni a cuartos resucitarán viejos fantasmas, habrá menos motivos para el entusiasmo y el optimismo y será más difícil creer que los sueños pueden cumplirse. Porque en 2010 éramos más jóvenes y el mundo era un poco más nuestro, la crisis parecía un bulo y todo era felicidad en el país de Zapatero. En junio de 2010 yo vivía en otra casa, iba a un taller literario y cuidaba este blog. Conocía menos ciudades, no había publicado una novela y no tenía twitter, pero me sobraba entusiasmo y la rabia de los supervivientes me mantenía viva. Cuatro años después me he vuelto cómoda. Todo me da más pereza y cada vez hay menos cosas importantes. Creo que estoy en paz, que sufro menos. Y a veces creo que eso está bien. Pero otras no puedo evitar sentir nostalgia. Una nostalgia extraña, más del futuro que del pasado. Y entonces me viene a la cabeza esta estrofa de Pablo Ager: "Yo lo llamé madurar, pero era hacerse viejo".




miércoles, 23 de abril de 2014

LA VIDA EN LOS LIBROS


Rescato para este 23 de abril algunos párrafos del artículo de Antonio Lucas publicado ayer el El Mundo

"EN LOS LIBROS encuentro esa otra parte de la vida donde no alcanza mi vida. Ese otro yo que se vuelve alegre al roce del papel: el que gusta de un viaje imprevisto, de una penumbra compartida, de una página leída a dos voces, de un poema dicho en alto, de un descubrimiento, de una impaciencia, de ciertas desnudeces que dispensa el leer apoyado en el calor de un cuerpo ajeno.
En los libros uno vuelca recuerdos, vicios, pecados, manías. En algunos párrafos inesperados he amado como nunca imaginé que era posible. (...)
Leer es lo que importa. Escribir tan sólo es la forma más honda de leernos a nosotros mismos.
El libro no es una herramienta, sino un motor en marcha (...)

(el artículo completo aquí, leedlo): 

¡FELICES LECTURAS! 

martes, 15 de abril de 2014

40

Tenemos memoria, tenemos amigos/tenemos los trenes, la risa, los bares/ tenemos la duda y la fe, sumo y sigo/ tenemos moteles, garitos, altares/ Tenemos urgencias, amores que matan,/ tenemos Venecia, tenemos Manhattan./ Tenemos zapatos, orgullo, presente,/tenemos costumbres, pudores, jadeos,/tenemos la boca, tenemos los dientes,/ saliva, cinismo, locura, deseo.
Más de cien palabras, más de cien motivos/para no cortarse de un tajo las venas/
más de cien pupilas donde vernos vivos,/más de cien mentiras que valen la pena.
(J. SABINA)


La extrañeza de no ser ya joven y no sentirse mayor aún.

El peso del pasado y la responsabilidad del futuro, o al revés.

Abrir los brazos a la calma, sin acabar de renunciar a la emoción.

Acoger a los fantasmas, esos viejos conocidos que ya no hacen daño,
a los que se mira, a veces, con cierta ternura. O con nostalgia.  Acunarlos cerca del pecho, como a hijos inexistentes, los que nunca fueron, sin dolor que valga, salvo el recuerdo de lo perdido. Eso es todo lo que queda, que no es poco.

Esperanza y añoranza a veces se confunden, pero el sentimiento cada vez lacera menos.

Y ya no sé si es pérdida o ganancia, pero el balance es equilibrio, casi la mayor parte del tiempo. Ese tiempo que se lo come todo.

Estoy en la mitad de mi tiempo y eso asusta y conforta.

Confesar que se ha vivido. Y esperar que lo mejor de la vida está por venir.

Te llaman porvenir/porque no vienes nunca./Te llaman: porvenir,/y esperan que tú llegues/como un animal manso/a comer en su mano./Pero tú permaneces/más allá de las horas,/agazapado no se sabe dónde./... Mañana!/Y mañana será otro día tranquilo/un día como hoy, jueves o martes,/cualquier cosa y no eso/que esperamos aún, todavía, siempre. Ángel González






No es malo el balance, a pesar de todo. Podría ser mejor, también peor: asumo con satisfacción que sea mío.

Si la madurez era esto, bienvenida sea.













Permanece el mismo asombro ante la vida que entonces



Tenemos un as escondido en la manga,/tenemos nostalgia, piedad, insolencia,/ veneno, resaca, perfume, violencia./Tenemos un techo con libros y besos,/tenemos el morbo, los celos, la sangre,/tenemos la niebla metida en los huesos,/Tenemos el lujo de no tener hambre./ Tenemos talones de Aquiles sin fondos,/ ropa de domingo, ninguna bandera,/nubes de verano, guerras de Macondo,/setas en noviembre, fiebre de primavera.

Tenemos naufragios soñados en playas/de islotes son nombre ni ley ni rutina,/tenemos heridas, tenemos medallas,/laureles de gloria, coronas de espinas/Tenemos proyectos que se marchitaron,/crímenes perfectos que no cometimos, /retratos de novias que nos olvidaron,/y un alma en oferta que nunca vendimos. 
(J. SABINA)


Y lo que nos queda ...


DE AHORA EN ADELANTE  (Jaime Gil de Biedma)

Como después de un sueño,
no acertaría
a decir en qué instante sucedió.
                              Llamaban.
Algo, ya comenzado, no admitía espera.

Me sentí extraño al principio,
lo reconozco -tantos años
que pasaron igual que si en la luna...
Decir exactamente qué buscaba,
mi esperanza cuál fue, no me es posible
decirlo ahora,
                    porque en un instante
determinado todo vaciló: llamaban.
Y me sentí cercano.
Un poco de aire libre,
algo tan natural como un rumor
crece si se le escucha de repente.

Pero ya desde ahora siempre será lo mismo.
Porque de pronto el tiempo se ha colmado
y no da para más. Cada mañana
trae, como dice Auden, verbos irregulares
que es preciso aprender, o decisiones
penosas y que aguardan examen.
                              Todavía
hay quien cuenta conmigo. Amigos míos,
o mejor: compañeros, necesitan,
quieren lo mismo que yo quiero
y me quieren a mí también, igual
que yo me quiero.

Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

viernes, 31 de enero de 2014

AMANECERES


Mírale la carita a la palabra AHORA:
cinco letras omnipotentes
...Yérguete de la silla. Apóyate en mi brazo.
Ponte guapa, que estamos convidados
a una pizca de tiempo inmenso.
- Félix Grande-




Hay días en que Madrid regala amaneceres encendidos y una se convence de que no hay motivo para la tristeza, aunque los poetas mueran de tres en tres, poetas grandes de letra y espíritu a los que casi nadie llorará más allá de lo que dura teclear 140 caracteres.

Hay mañanas que rompen en rojo, púrpura y amarillo entre las nubes y el paisaje no se deja fotografiar, aunque la imagen permanece más allá del trayecto de vuelta. Fin de jornada que invita a dejarse llevar por el día y la luz, en la que el cansancio duele porque anticipa oscuridad y sueño, desperdiciar el sol que habrá desaparecido en el despertar de media tarde. Y aún hay quien pregunta por qué detesto los inviernos.

Acaba enero y febrero siempre me fue favorable. Febrero anticipa primavera y ganas. Un viaje, varias comidas. Y quién sabe. Ojalá alguna locura de la buena, de la de dejarse llevar, hacer cosas imprevistas sin darle tantas vueltas a todo.

El invierno en Lisboa.15 grados, según las previsiones. Ganas de explorar las partes inacabadas - como esas memorias que he dejado a medias, traicionando mis propias intenciones -, de completar las impresiones de verano con una excursión a golpe más de tango que de fado, con más pasión que melancolía. Sin la urgencia del turista novato. Con la tranquilidad de quien vuelve a un lugar conocido. Sin el ansia de seguir la disciplina de las guías. Con la calma de quien ya no tiene prisa. Con la seguridad del que sabe dónde está y las razones que le hicieron volver.

Amaneceres en Madrid tan hermosos que parecen trucados. La belleza es un instante que estalla y no puede explicarse, destinado a no perdurar.


Amaneceres de colores y formas que disparan la euforia. Que hacen pensar que todo va a ir bien. 


Sin filtro, a pulso desde el coche.