La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

martes, 29 de abril de 2008

Tuneo Sentimental 9.0



MOVIMIENTO


Voy. Vengo. Me llevan. Me dejo ir.
No paro.
No me paro.
Pero por dentro sigo quieta.
Mi corazón piedra no se mueve.
Sólo pesa.

No hay suma.
Sólo ecuaciones sin solución.
El resultado es siempre cero,
ni siquiera infinito.

Castigo mis pies,
me obligo a caminar.
No sé hacia dónde.
Desconozco mi meta.
No encuentro sitios en los que parar.

Doy pasos
sin rumbo concreto
en dirección equivocada.

Para no parar.
Para no pararme.

Seguir.
Vivir.
Pensar que el movimiento tiene algún sentido.

Creer.
Creérmelo.

Aunque sea mentira.


domingo, 27 de abril de 2008

La máquina de café



A lo largo de toda una tarde la máquina de café devolvió dinero en vez de escupir vasitos de plástico. Tal vez soñaba con otra vida y probó ser máquina tragaperras por un día, expulsando monedas sin ton ni son. A la mañana siguiente volvió a dar café, pero nunca más ofreció descafeinado. A lo mejor descubrió que el exceso de sueño no siempre es bueno y que a veces conviene estar despierto.

Otra vez le dio por duplicar los pedidos y la travesura fue una hora feliz que se prolongó una jornada entera. De tarde en tarde seguía soltando monedas de más, en un guiño nostálgico de lo que pudo ser y no fue. Pronto las disfunciones se multiplicaron y pasaba de la generosidad desbordante que hacía rebosar los vasitos a la tacañería egoísta de reservarse todo el chocolate de los capuccinos. Otras veces expulsaba agua sucia en vez de té. Un buen día se negó a dispensar azúcar. Es posible que con ello pretendiera expresar su amargura.

Vinieron a arreglarla, pero no sirvió de nada. Expendía lo que le venía en gana, sin hacer caso a las órdenes de los botones. Nadie lo entendía. Muchos dejaron de acercarse, hartos de tanto capricho, cansados de no comprender. En la planta llegaron a hacer una colecta para comprar una cafetera de verdad. Una noche se apagó sin más. Sin testigos, en la más absoluta soledad. De nada sirvieron las patadas, los golpes y los cambios de enchufe. Simplemente, dejó de funcionar, dejando debajo de sí una mancha oscura. Como si los sueños se hubiesen diluido en el café de todos los días.



Relato finalista del premio de relatos cortos organizado con motivo del Día del Libro por http://www.lanochedeloslibros.com/

jueves, 24 de abril de 2008

Inmediateces (VII)


SIN RESPUESTA


Entre todas las mujeres dispuestas a amarte,
¿por qué ibas a elegirme
precisamente
a ?



miércoles, 23 de abril de 2008

Un libro y una rosa

Dibujo de José Bielsa




FELICES LECTURAS



Un libro abierto es una mente que habla;

cerrado, un amigo que espera;

olvidado, un alma que perdona;

destruído, un corazón que llora.


Proverbio hindú




Que otros se jacten de las páginas que han escrito;

a mí me enorgullecen las que he leído.


Jorge Luis Borges




lunes, 21 de abril de 2008

Firmin

En vísperas del Día del Libro no me resisto a reseñar este libro:



Firmin nace, por casualidad ¿o predeterminación?, en el sótano de una librería, entre las hojas hechas confeti de un libro (Finnegans Wake, de Joyce, parece ser, aunque es especulación), junto a otros doce hermanos de camada. Ya desde su alumbramiento algo le distingue. “Yo fui el único que nació con los ojos abiertos”, dice. Es más pequeño que sus hermanos y, para sobrevivir, empieza a alimentarse con los trozos hechos añicos de letra impresa. Su curiosidad voraz y el hambre de emociones le llevan a emprender la aventura de adentrarse en la librería. Allí conocerá el placer de la literatura y descubrirá la atracción y fascinación por los seres humanos, el amor no correspondido y el valor de la amistad, y que “las grandes intimidades traen gigantescos alejamientos”. Tratará de comunicarse, sin mucho éxito, con el librero Norman y se hará amigo de Jerry Magoon, un escritor de ciencia ficción fracasado. Entre sus hilarantes y tiernos intentos de establecer comunicación con los humanos, su mayor esfuerzo es el de aprender los signos del lenguaje para sordos e intentar reproducirlos a través de posturas para hacerse entender. Pero las limitaciones de su cuerpecillo ratuno únicamente le permiten decir: “adiós cremallera”. La imposibilidad de comunicarse plenamente y su aguda lucidez le llevarán a sentir una profunda soledad. Firmin escribe mentalmente la historia de su vida y toca el piano, se escapa al cine y sueña con Ginger Rogers. Es curioso e histriónico, a veces valiente y a veces miedoso. Es, parafraseando al poeta en versión libre, conmovedoramente humano.


"Nunca he tenido mucha valentía física, ni de ninguna otra clase, y siempre me ha costado mucho trabajo afrontar la vacua estupidez de una vida corriente, sin relato, de modo que muy pronto di en confortarme con la ridícula idea de que poseía un Destino. Y comencé a viajar, en el espacio y en el tiempo, por medio de los libros, buscándolo."
***


(Jerry) "no tenía ni la menor idea de cuál podía ser mi verdadero carácter, ni se le pasaba por la cabeza la verdad, es decir, que yo era más bien cínico, moderadamente vicioso y un genio de la melancolía, o que había leído más libros que él. Quería mucho a Jerry, pero también me temía que no era a mí a quien él devolvía su amor, sino a un invento de su imaginación. Y en el fondo de mi corazón, aunque pretendiera creer otra cosa, me constaba que durante las veladas que pasábamos juntos, bebiendo y charlando, lo único que hacía Jerry era hablar consigo mismo. "



***

"La diferencia entre ponerse una máscara, que siempre es ocasión de libertad, y que le obliguen a uno a ponérsela, es la misma que hay entre refugio y cárcel."


FIRMIN es la primera novela de su autor, Sam Savage que, según reza en la solapa, es doctor en Filosofía por la Universidad de Yale, donde fue profesor. “También ha sido mecánico de bicicletas, carpintero, pescador y tipógrafo”. En la foto tiene pinta de viejo loco, canoso, con barba y pelo largo. Un hippi trasnochado, un vagabundo, un tipo quijotesco. Yo me imagino así a Jerry Magoon.

La edición española (y ya van diez), es de Seix Barral. Y hay dos detalles que hacen el libro aún más delicioso: la estupenda traducción de Ramón Buenaventura que, sin duda, aporta el tono que hace de esta novela una pequeña joya. Y las ilustraciones de Fernando Krahn que hacen de Firmin un ser ciertamente especial y, por qué no, uno de esos amigos literarios difíciles de olvidar.


Donde cruza la frontera_Quique González & Diego Vasallo





DONDE CRUZA LA FRONTERA


De amor,
de terciopelo y espinas
de cactus en flor,
de olvidos por las esquinas.
Al deshojar
los juegos de amor
vuelve a vibrar
un descolorido temblor
en la deriva de los días.



Y ahora vivo aquí
donde cruza la frontera
entre la razón y una inútil ilusión
traicionera.


Mi cruz,
mi muestrario de heridas
nuestros días de luz,
y nuestras estrellas caídas
de este espejo
que no escupe nada
tan solo el débil reflejo
de esta escueta balada
con la luna a cuestas
y el agua al cuello.



Fue clemente el juez
sólo el tiempo es mi condena
y ahora vagaré de la mano
de cualquier alma en pena.



De esta vida
de este manual compartido
de las despedidas
de todo este amor esparcido
de las penas y de las alegrías
de este calor en las venas
cuando con tus manos frías
recompones mi vida entera.


Y ahora vivo aquí
donde cruza la frontera
entre la razón y una inútil ilusión
traicionera.



viernes, 18 de abril de 2008

Soltando lastre



Suelto lastre.

Deshago las cadenas
que me arrastran a vosotros.

Escupo al mar
y se borran vuestros rostros.

La sal corroe
las huellas en la arena.

Sirenas ancladas
mi oído desoye vuestros cantos.

La pantalla sordomuda
ya no traerá más vuestras voces.

Sois sólo espectros.

Ahora ya estáis muertos.


martes, 15 de abril de 2008

15 de abril




Abril es el mes más cruel, pensó mi madre cuando dejé de respirar, aún manchada de sangre y vísceras, entre sus brazos. Una lágrima caliente cayó sobre mi corazón, así lo cuenta ella. Alguien escuchó su plegaria y no deseó que su recuerdo maldijera cada 15 de abril. Me agité de nuevo en su pecho y ella supo que yo viviría.




viernes, 11 de abril de 2008

lunes, 7 de abril de 2008

Mala suerte


Yo vi cómo aquella pobre chica caía al mar. No se pudo hacer nada por ella. El día amaneció feo, con mucho aire, con nubes muy negras. Un golpe de viento, dijeron. Mala suerte. La maldición de los acantilados. No era la primera que se despeñaba y, desgraciadamente, tampoco sería la última. Como siempre que sucedía algo así enseguida se corrió la voz. A la gente le gusta inventar, exagerar, enriquecer lo que les cuentan con lo que imaginan, hasta que lo que es mero accidente o fatalidad se convierte en leyenda, en cuento de terror para los niños del lugar.

Pobrecilla. Tan rubia, tan joven, tan guapa. Las chicas rubias y jóvenes siempre son guapas, sobre todo después de muertas. Los periodistas indagaron en busca de alguna historia que vender. Pero todo era corriente, vulgar. Nada de mafias de prostitución, ni un caso probado de violencia doméstica. La chica era una camarera de Tomelloso. Una buena chica: nunca se había metido en líos. Vivía con sus padres y un hermano. Trabajaba mucho y le gustaba divertirse con sus amigas. No bebía, volvía pronto a casa, una vez tuvo un novio.

Qué triste morir así. De vacaciones, lejos de casa. Todo por el capricho de conocer el mar. Es lo que ocurre con las buenas chicas: cuando se les mete algo en la cabeza son las peores. Ay, la curiosidad. Ese afán por saberlo todo, por conocer hasta el más mínimo detalle. Esa manía que tienen las mujeres de fisgonear donde no deben: en los bolsillos, en los cajones, sólo para encontrar lo que luego desean no haber descubierto nunca.

Fue mala suerte. Que yo parara en aquel lugar, que nos enamoráramos, que ella decidiera venirse aquí de vacaciones. “No conozco el mar”, me dijo, con ojos inocentes y sonrisa pérfida. Todo fue bien hasta que empezó a hacer demasiadas preguntas sobre aquel hombre muerto. Siempre me pasa igual, no aprendo. Decididamente, tengo mala suerte con las mujeres. No podía arriesgarme a que, en un descuido, me descubriera. En cualquier momento podría registrar la habitación, encontrar la pistola, denunciarme.

-Quiero ir a los acantilados - me dijo.

- Es peligroso - le advertí.

-No si voy contigo - respondió.

Se empeñó en ir. Yo sólo quise complacerla. El resto fue fatalidad. Un paraje solitario, sin testigos, la temeridad de asomarse demasiado para contemplar el mar, un mal golpe de viento. Pobrecilla. Yo la quería. Pero era demasiado lista.
Qué mala suerte.

domingo, 6 de abril de 2008

Tuneo sentimental 8.0

(*) Poema inspirado por la lectura de METRICA MPR 0.5



Preciosa, me decías
y yo sabía que era mentira
pero me gustaba cómo me escupías a la cara
tus palabras con sabor a pistacho
daban sentido a las tardes de domingo.

Me preguntaba si sabías hacer trenzas
pero nunca te decía nada
por si la respuesta
era la negación de mi deseo.
El ruido de la lavadora
daba vueltas en mi cabeza.

Preciosa, me decías
y yo no sabía contener las ganas
de quedarnos a solas
de saber cómo sería tu cara
reflejada únicamente en mi pupila.

Preciosa, me decías
y yo deseaba creerte
buscaba pistas de ti en la basura
componía poemas
con los restos de tus silencios.

No me hablabas a mí,
tal vez sólo querías escucharte a ti mismo
por ver si reconocías
los sonidos que salían de tu boca.

Qué complicado es todo,
decías siempre
y yo quería creerte.
Tus ojos desencantados
desdecían tus mentiras.
Yo hubiese regalado mi alma
a cambio de tu paz
tu cúmulo de circunstancias
eran un misterio
que siempre te negabas a explicar.

Qué solo estás,
pensaba,
pero no decía nada
me dejaba caer
en tus brazos fríos
imaginando
cómo sería morder tu lengua
deseando
arrancarte el corazón
y sacarlo por mi vagina.

Preciosa, me decías
y yo sucumbía al hechizo
aunque sabía
que en tus poemas
nunca hablabas de mí.

jueves, 3 de abril de 2008

Mar de Dudas

Me pregunto si alguna vez
me dejarás amarte,
si este amor tendrá nombre de verano
o si está condenado a no dejar de ser invierno.

Me pregunto
si mi nombre llena tus insomnios
o es simplemente una dirección de correo.
Me pregunto si nos espera el futuro,
si podremos borrar los parches
y desgajar el corazón en dos,
de una vez por todas,
para hacer nuestra la vida.

Me pregunto si alguna vez viajaremos juntos
y si llegaremos a algún sitio
o si nos quedaremos
varados en este mar de dudas
y de palabras imprecisas
demasiado cortas
para todo lo que queda por decir.


Nota de la Autora: (Rescatado, con alguna razón de fondo, del baúl de junio de 2004)

martes, 1 de abril de 2008

Labios color de rosa

La dignidad y la tristeza viajaban con él, cosidas a sus ojos. Como si estuviera acostumbrado a las miradas, a las risas, a los cuchicheos. Su zafia extravagancia rozaba lo patético, aunque conservaba un mínimo de orgullo para permanecer con la cabeza alta y la vista al frente, de pie junto a la pared de la estación.

Ni su corpulencia - casi metro noventa -, ni su indumentaria - revestida no obstante de una pátina de amor propio que le engrandecía - contribuían a potenciar su feminidad, si es que era eso lo que buscaba. La peluca morena se descolgaba lacia a ambos lados de su rostro hasta rozar los hombros, vencidos por el peso de unos brazos desproporcionados y unas manos grandes, huesudas, rematadas por unas uñas cortas, cuadradas, pintadas de un rojo intenso. La mano derecha se aferraba a la correa del bolso en un gesto típicamente femenino que sin embargo en él resultaba artificioso. El abrigo de paño marrón pasado de moda le quedaba corto de mangas y de la falda de lana que le asomaba por debajo colgaba un hilillo gris que se enredaba en las medias negras, muy tupidas, hasta rozar el empeine de unos zapatos enormes, sin tacón. El jersey de cuello alto no conseguía ocultar la nuez, prominente, indisimulable.

El maquillaje, suave, no terminaba de tapar la barba que ya, a última hora de la tarde, empezaba a despuntar. La contención en el colorete contrastaba con la profusión de rímel negro que alargaba las pestañas y con el rosa chillón que coloreaba sus labios, finos y sin perfilar, cerrados en una expresión que sin ser de desafío, ni de rebeldía, desvelaba un cierto matiz altivo.

Cuando las luces del metro asomaron por el túnel se acercó al borde del andén y creí reconocer un brillo de duda y ansiedad en sus ojos, como si un terrible pensamiento se hubiera adueñado de su imposible rostro. Me pareció que se inclinaba hacia delante y, en mi imaginación, le vi caer a la vía. Fue una falsa impresión que duró sólo un segundo. Cuando el tren paró y abrió sus puertas se dejó engullir por el vagón, mientras yo permanecía en el andén, inmóvil. Me saludó con la mano y sonrió, contrayendo su rostro en una especie de mueca, sin poder disimular el hilillo de resignación que resbalaba por las comisuras tristes de aquella boca, tan pintada, tan de color de rosa.


***


Nota de la autora: Quizá alguno también le hayáis visto alguna vez. Solía viajar en la línea 6 del metro de Madrid, la gris, ahora Circular.