Creemos en la magia por la necesidad de la ilusión, nos aferramos a ella
como a una fe, sin querer ver que cada truco es un engaño, que ese embrujo ha
de ser fugaz porque en eso radica su eficacia: en que no dura. Cada número es
un visto y no visto. Así ha de ser para que no descubramos lo que hay detrás de
la placentera mentira que nos asombra y nos deslumbra. Una vez conocido el
truco, visto el as mal oculto en la manga, todo en lo que quisimos creer se
esfuma y la ingenuidad de nuestra mirada desaparece con la misma rapidez del
conejo que apareció en la chistera. Entonces todo deja de tener gracia alguna y
donde hubo magia ya no hay nada.
1 comentario:
Si el truco es bueno, la misma fascinación de la imaginación derrochada en crear el truco ya nos vale.
Pero si está Usted hablando de amorrrl, entonces no digo ná. Aunque elevadas expectativas, se lo digo desde ya, devienen en grandes desilusiones.
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