La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

lunes, 15 de abril de 2013

39

"El deseo trabaja como el viento. Sin esfuerzo aparente. Si encuentra las velas extendidas nos arrastrará a velocidad de vértigo. Si las puertas y las contraventanas están cerradas, golpeará durante un rato en busca de las grietas o ranuras que le permitan filtrarse. El deseo asociado a un objeto de deseo nos condena a él. Pero hay otra forma de deseo, abstracta, desconcertante, que nos envuelve como un estado de ánimo. Anuncia que estamos listos para el deseo y sólo nos queda esperar, desplegadas las velas, que sople su viento. Es el deseo de desear." 

 DAVID TRUEBA. Saber perder.




Ha estallado la primavera, por fin, un poco de improviso, y no nos acabamos de fiar de este sol limpio, de estos 25 grados que despiertan recelos porque no estamos seguros de que vayan a durar, ni cuánto, en este tiempo de incertidumbres, inseguridades y pocas verdades sólidas a las que aferrarse. Hasta la meteorología falla, nos engaña y osa no ajustarse a nuestros deseos o necesidades. 

Ha estallado la primavera y me pilla de cumpleaños. Peligrosa combinación para alguien que tiende a alterarse con la primavera y vivir el cumpleaños con cierta intensidad. Septiembre, Nochevieja y 15 de abril son las tres fechas que marcan mi calendario anual. Momentos para hacer balance, para recordarme justo 365 días antes e imaginarme 365 días después, para soñar y desear. 

El cumpleaños es la celebración de que se ha sobrevivido, otra vez, a las estaciones, al amor o al desamor, a la felicidad o a la desdicha, al aburrimiento, al trabajo, a la familia, a los amigos, a los disgustos, a las alegrías, incluso al vacío y a la nada. Todo queda atrás, otra vez, y hemos de volver a arrastrar nuestra vida a lo alto de la montaña, como Sísifo su piedra, hasta que vuelva a caer y empiece otro nuevo ciclo. 


Desear es consustancial a la primavera y al cumpleaños. Por más años que cumplo ( y estoy a uno de cambiar de década, con todo el vértigo que traen las cifras que acaban en cero), siempre me parece que nunca voy a curarme de esta impaciencia tan infantil, de este afán de que me quieran, de esta necesidad de tarta en mi honor y exigencia de un deseo cumplido por cada vela soplada. 

Llego a mis 39 trastocada por esta primavera tardía y reventona, por esta luz de pronto después de tanta lluvia, por este calor repentino sin que nos haya dado tiempo a sacudirnos el frío. La piel pide aire y el alma emociones, como cada año por estas fechas, sin que, por más años que pasen, termine de aprender que el ansia nubla el entendimiento y arrebata la cordura. 

Es insensato desear euforia, cuando ya debería haber aprendido que la única felicidad duradera está en la calma. Pero la calma es para el invierno, para los espíritus acomodaticios y las mentes ancianas, seguramente más sabias que yo. Mi talante adolescente no se ha desprendido de las ensoñaciones románticas que le inocularon Peter Pan, los cantautores, la literatura y el cine. Se resiste a madurar y, como cada primavera, como cada cumpleaños, desea desear. 


Feliz primavera. Y cuidado con lo que deseáis, no sea que se cumpla.



2 comentarios:

Cesáreo dijo...

Feliz cumpleaños, Marina. En mi pueblos los melocotoneros están ya en flor. Mucha agua, mucha.

Calamidad dijo...

Con un pelín de retraso ¡feliz cumpleaños! El número 39 es uno de mis favoritos. Espero que sigas conservando ese espíritu adolescente, curioso y que desea ser querido. No hay nada de malo en ello.
Mil besos, guapísima.