La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

jueves, 23 de febrero de 2012

¿DE QUIÉN PODEMOS FIARNOS? (I)


Fotografía de portada de EL PAÍS (22-02-2012)
Autor: Kai Försterling (EFE)



Siempre consideré aquellas historias de mis padres como algo muy lejano, algo de tiempos remotos que me sonaba a prehistoria. Las carreras delante de los grises, los libros prohibidos, los conocidos encarcelados, la policía represora. Yo, con la democracia empapando el pensamiento y la ideología, la Constitución bajo el brazo y los programas de estudios, conocía una sociedad distinta. Pasado el susto del 23-F (del que hoy precisamente se cumplen 31 años), me crié en una sociedad libre, con sus partidos políticos, sus elecciones cada cuatro años, su variedad de periódicos y televisiones. Una sociedad en el que el mayor miedo era ETA. Crecí en un mundo en el que los etarras eran los malos y las Fuerzas de Seguridad del Estado los buenos, los héroes, los mártires.

Ahora, de pronto, el mundo ya es otro. En unos meses mi país ha cambiado tanto que es difícil saber qué suelo piso. ETA se debilita y está dispuesta a claudicar por unos cuantos escaños, que la sopa boba de la política es más cómoda que andar preparando atentados y huyendo a Francia o a Venezuela. La crisis nos azota a todos y vemos amenazados nuestros sueldos, nuestros trabajos, nuestras casas, nuestros ahorros. Tiempo de apretarse el cinturón. Las historias de hambre y miseria física y moral de la posguerra que nos contaban nuestros padres y abuelos vuelven redivivas, remasterizadas en versión 2.0 y narradas a través de las redes sociales con sus colorines y sus festivos fotomontajes en vez de en el blanco y negro del NODO. Ahora los malos son los banqueros, los políticos y esos funcionarios grises de la UE y el FMI que nos imponen recortes en aras del equilibrio fiscal cuyo concepto memorizamos y repetimos como loros sin comprender qué significa en realidad, para qué y a quién sirve. La señorita Rottenmeier de los dibujos animados de mi infancia es una señora alemana oronda y rubicunda llamada Angela Merkel. Sarkozy es un simpático franchute con buen gusto para las mujeres y un listillo que le baila el agua a la teutona para no quedarse fuera del pastel europeo. Estos antes eran buenos porque nos daban dinero para carreteras y aeropuertos y obras en los ayuntamientos. Y ahora nos lo quieren quitar todo porque hemos sido malos y hemos despilfarrado, hemos equivocado las inversiones y ahora sobran casas y falta trabajo, sobran trabajadores y falta industria que mantenga el país.


La próxima guerra será incivil, como todas, y no será ideológica (izquierdas contra derechas o al revés),  sino de clases (ricos contra pobres o al revés). A lo mejor la estamos viviendo y no nos damos cuenta. El sueño de la clase media se ha evaporado y lo mejor que se nos ocurre es salir a la calle con cartelitos ingeniosos, que para eso estamos en democracia, la calle es nuestra y tenemos derechos, según nos han hecho creer. Pero es que a lo mejor esas creencias ya no valen. Las manifestaciones y las multitudes con pancartas y aplausos silenciosos, o con libros como armas contra las cargas policiales son imágenes bellas. Poéticas y románticas. Nos emocionan, nos emocionamos. La fe mueve montañas y es poderoso el fervor de la masa. Uno se siente más fuerte si ve que hay miles o millones compartiendo el mismo desconcierto. Molan las redes sociales. Cada "me gusta" o retuiteo es una reafirmación personal. Nuestros egos no están solos, somos legión.



***




En mi infancia, incluso en mi adolescencia, la policía era sinónimo de seguridad, de confianza. Si te pasaba algo, podías acudir a ellos, con la policía cerca te sentías a salvo. Hoy, ahora, desde hace unos meses, desde el 15-M, la poli ya no es de fiar. Los antidisturbios pegan, apalean, cargan antes de preguntar. No hay derecho a defensa. De pronto, hay que protegerse de los que deberían protegernos. El mundo al revés. Unos estudiantes de instituto de Valencia protestan porque no tienen calefacción y cortan la calle para hacerse oír. Y la policía carga contra ellos. Los esforzados servidores de la ley dicen que los jóvenes les provocan, que les insultan, que les escupen. A lo mejor es verdad. Aunque lo fuera, ¿justifica esa actitud una carga policial?. El Jefe de la Policía de la Comunidad Valenciana dice que los manifestantes son "el enemigo". Los políticos minimizan el asunto, chiquilladas, pelillos a la mar, seamos buenos que estamos dando una mala imagen de España, a ver si nos van a confundir con Grecia, con los griegos, esos vándalos que queman calles y edificios, a ver si van a venir los de la troika o los de las agencias de calificación y nos suspenden para septiembre, qué van a pensar los del Comité Olímpico Internacional, que hay que celebrar aquí unos Juegos Olímpicos por cojones. Todo mezclado, todo al revés. Todo confusión y simplificación y dicotomía y si no estás conmigo estás contra mí.

Los jóvenes blanden libros y la policía se queda quieta porque alguien ha dado la orden. Que no se nos revolucione el personal que no está el país para revoluciones. La foto es bella, una imagen vale más que mil palabras, un video en you tube acalla todo análisis académico. Es bonito observar que los libros en papel todavía valen para algo. La imagen con e-books no sería tan icónica. Los revolucionarios son hijos de papá, estudiantes, universitarios, representantes de las clases medias que no quieren perder los privilegios adquiridos por nacimiento. Y los obreros, ¿dónde están? ¿En las fábricas? ¿En los andamios? Ah, no, en la cola del INEM o como se llame ahora. Pero tampoco, porque resulta que los obreros y la clase media ya son lo mismo. Que los años noventa lo mezclaron todo. Que un electricista o un albañil ganaba más que un médico, un profesor o un empleadillo de banca. Que un técnico de FP tenía más curro y mejor que un licenciado. Ahora todos a la calle, que para eso es nuestra y la pagamos con nuestros impuestos.

(Continuará)

No hay comentarios: