La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

sábado, 29 de diciembre de 2007

Una Nochevieja cualquiera (III)

(Continuación)


Cuando abrió los ojos, le flojearon las piernas. ELLA le miraba directamente. Unos ojazos negros, enormes se clavaban en él, echando fuego y le recorrían de arriba abajo, por encima de la camisa blanca del chico de la bufanda. Los rizos alborotaban su cara morena, enmarcada por unos enormes aros dorados que se movían al compás de su melena, mientras su cuerpo ágil, menudo, rojo incendio, se restregaba contra la pechera blanca en círculos. Pechos, caderas, trasero y brazos se entregaban a una danza mágica, dejándose llevar por los brazos masculinos que la zarandeaban con una suavidad imposible de albergar tanta energía, tanta química, tanta pasión.

El espectáculo congregó a varios curiosos que hicieron círculo, cuchicheando entre la envidia y la admiración. L estaba como hipnotizado. Por la música, por aquel baile, por ELLA, que no dejaba de mirarle. No eran imaginaciones suyas. No era efecto del alcohol, ni del deseo, ni una ensoñación. Estaba completamente seguro. Lo podía sentir, con tanta certeza que llegó a asustarse. Y era extraño, porque mientras ELLA y su pareja bailaban, todo les sobraba, la compenetración era tal que el resto del mundo dejaba de existir para ellos. Aquello no era sólo un baile, era sexo en estado puro. ELLA le ofrecía su cuerpo, le atraía hacia sí usando la bufanda a modo de lazo y él la tomaba, palpándola, recorriendo la cabeza, el cuello, la espalda, la cintura, el trasero con sus manos, con sus brazos, moldeando su figura como si fuese de barro dispuesto a endurecerse a fuego. Él respondía entregado a su llamada, ciego, buscándola con el tacto, con el ritmo, loco de deseo. ELLA le buscaba, le seguía, le llevaba, se dejaba llevar, le tomaba las manos y juntos acariciaban los pechos, el vientre, el pubis, de manera obscena, impúdica. Lo más asombroso era que, a pesar del carácter público de la escena, ellos mantenían una suerte de intimidad extraña, única; se exhibían sin asomo de vergüenza ni rubor y conseguían dejar fuera de las tablas a los espectadores para los que representaban la función.

L estaba en trance. Podía sentirla dentro de su cabeza, clavándose en su cuerpo. Sabía que aquella representación era para él, sólo para él, y esa certeza le excitaba más que nada; era una sensación única, poderosa, algo que nunca había experimentado. Había sido elegido por una diosa del sexo y no se opondría a su destino; sería su víctima, el animal expiatorio de cualquier sacrificio. Le amaba a él a través de su pareja de baile, tal vez un íncubo a su servicio al que utilizaba como simple transmisor de sus verdaderos deseos, como mensajero de una pasión prohibida dirigida a él, a L, en secreto, y todo aquel espectáculo tenía como finalidad última hacerle a él, pobre mortal, sabedor de su amor.

L tuvo miedo de estallar de amor allí mismo y rozó el éxtasis al reconocer la señal que ELLA le enviaba. Seguía bailando una danza carnal con su demonio, en la que no cabían los besos, como si aquella Venus esperara el momento adecuado para enviar su oráculo. En una pirueta de baile, que dejó al descubierto su sexo desnudo por debajo del vuelo rojo de la falda, se dejó caer en brazos de otro mortal, al que devoró con su lengua y con sus labios, en un alarde de pasión que el diablo de camisa blanca observó complacido, mientras no dejaba de bailar alrededor de su diosa.

L creyó morir, no de celos, sino de placer. Aquel descarnado ósculo a otro perfecto desconocido no era sino parte del juego perverso que ELLA le dedicaba, un signo del destino que los unía al que era inútil resistirse. Una vez asumido que aquella pasión irrenunciable era de índole mística, L se entregó por completo a ella y, abandonado a su sino, vagó el resto de la noche persiguiendo a la que desde entonces, desde ese mismo año que comenzaba y que para él marcaba el año cero de su nueva existencia, sería su única dueña.

El viaje mítico de L acabó en tragedia, como no podía ser de otra manera. Lo encontraron en un rincón, sepultado entre toneladas de confetti pisoteado y pegajoso, serpentinas rotas y bolsas de papel celofán. Llevaba una bufanda gris de lana a modo de mordaza en la boca, un aro dorado en su mano derecha y una tremenda mancha de vómito a la altura del vientre.

La mitología local no se pone de acuerdo sobre lo que realmente pasó aquella noche de fin de año. Hay varias leyendas, aunque todas coinciden en lo sustancial, variando algunos detalles. Cuentan de una pareja bastante ordinaria que se pasó la noche dando el espectáculo, con un numerito de baile subidito de tono que, si bien al principio despertó la curiosidad de algunos, acabó por aburrir al personal cuando se dedicaron a recorrer el local para que todos les vieran. Algunas historias añaden una versión algo más morbosa y aseguran que ella, además de con su pareja de baile, se besaba con otros y coqueteaba con todos, cosa que a él parecía si no excitarle, por lo menos no importarle. Algunas incluso dan por hecho que era un trío, ya que junto a los bailarines había siempre un tercer hombre, un joven voyeur, toda la noche con una – o varias - copas en la mano que acabó por protagonizar un episodio bastante lamentable.

Al parecer, en un momento dado empezó a gritar: “¡Venus mía, yo también te quiero! ¡Hazme tuyo para siempre!”, al tiempo que se abalanzaba sobre la mujer y se colgaba de uno de sus pendientes, sin que el compañero de baile pudiera evitarlo a pesar de intentar reducirle con su bufanda, lo que contribuyó a que el chico vomitara hasta la última papilla. Un rumor macabro asegura que llegó a arrancarle la oreja, aunque este hecho nunca pudo probarse. Las malas lenguas insinúan que no sólo fue vómito lo que el chico arrojó sobre el amante de la mujer y que, a lo largo de la noche, le habían pillado varias veces en actitud pecaminosa y solitaria en el baño del local. Este extremo tampoco pudo probarse.

FIN

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayyy pobre L. :(
Al final nadió salió bien...
Es una pena eh! Pero después de todas las copas que llevaba en el cuerpo estaba claro que la tal ELLA no bailaba para él aunque así se lo pareciera jajajaja

Aunque tuvo mala suerte yo no he podido evitar sonreír, sobre todo al final con todos los rumores y fábulas
un beso!!

Estoicolgado dijo...

como no podia ser de otro modo...
Laura en París... y el amordazado bajo el confeti...

Malena dijo...

Etdn, un gran relato que me hace pensar que cuando se unen la imaginación y el deseo en grado extremo nos puede hacer mucho daño, sobre vtodo cuando nos alejamos de la realidad.

Un gran relato.

Te deseo que el próximo año venga cargado de felicidad para tí y los tuyos.

Un beso muy grande.

Café con Agua dijo...

Muchas Gracias por la visita y por el comentario!

Siempre se agradece conocer nuevos mundos y nuevos blogs!!

Besos, Fd. Café..(una de las partes)

Sandra Garrido dijo...

Ál final ha sido sorprendente , como me cabía esperar, yo incluso pensé cuando L estaba tirado en un rincón que todo había sido imaginación suya y que el chico de la bufanda era él mismo. Esta último parte de lo más erótica, aunque al final llegó a tocar anto el morbo que hasta parecía que ese final desagradable era lo que se podía esperar.

UN fuerte abrazo.

POr cierto yo también soy de abril del día 1, lo vi en el blog de viento.

Feliz 2008

Mi Chica dijo...

Triste final...¿esperado?...seguramente...

Un beso ETDN.

Jordi Roldán dijo...

Permíteme un poco de borderío, ya sabes, parte de nuestro fair-play. Agradecí mucho lo del rap, porque fuiste sincera. Si queremos crecer tendremos que escuchar de todo. No me gustan las nocheviejas, las odio...pero esta me ha encantao!!!ánimo okupa. al final has animado el relato con un poco de mala hostia, y eso está mu bien.

Anónimo dijo...

wow! me ha sorprendido el giro que le has dado al relato... no me esperaba este final, se sale del estereotipado (se lían, a la mañana siguiente no se acuerda nadie de nada...)

grata sorpresa pues

pásalo bien en nochevieja (y en el resto de días y noches, claro)