La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

lunes, 10 de septiembre de 2012

DIARIO DE VERANO (V)


Denia, 8 de agosto de 2012


Tal vez haya acabado el tiempo de los veranos en los que se esperaba algo, o todo. Emociones, viajes, amores, ilusiones que echarse a la piel bronceada, al pelo más rubio, al brillo en los ojos y la miel en los labios.

Dejar de esperar significa no ser nunca más joven. Quizá la madurez consista en esperar cada vez menos de todo, incluso de los veranos, hasta no esperar ya nada excepto la muerte. Recrearse en la nostalgia más que en el anhelo.

Con la edad se gana sabiduría: aprendes a negociar con el tiempo, con las expectativas, con la realidad, hasta alcanzar un equilibrio razonable. La felicidad se va acercando a una sensación de plenitud, de haber aprendido a no necesitar nada más, a no esperarlo y que sea suficiente. La calma. La paz. La placidez de la no espera. La tranquilidad de vivir sin ansiar nada en concreto, pero no sin la esperanza de que algo puede surgir  en cualquier momento.

La renuncia a la diversión impuesta, a la exigencia de aprovechar el tiempo de vacaciones, a la proyección de expectativas cegadas por el sol, la temperatura, las noches, empapadas del ideal/irreal de las revistas de moda, los anuncios de la tele, las series de televisión. La obligación de felicidad como el lastre que nos impide disfrutar de lo que podemos tener.

Los veranos de la edad adulta son menos tiempo de espera y más un paréntesis en el tiempo. Unas semanas suspendidas en el calendario, un tiempo de irrealidad, de irresponsabilidad también. El trueque del frenesí por la lentitud. Suspender la vida social, no preocuparse por nada, por nadie. Desconectar del mundo. Vivir al ralentí, sin reloj ni obligaciones. Que hasta las emociones den pereza. Preferir la tranquilidad a la aventura.

En Madrid todo es distinto. El ritmo se acelera, las expectativas se multiplican. Te adaptas a las rutinas y no al revés.

Qué estupor ante los sentimientos que uno no elige.



1 comentario:

SONIA FIDES dijo...

El verano, Marina, esa pausa cada vez más ácida que lucha por cambiarle el PH a nuesta memoria. De momento veo que te defiendes y veo que me defiendo. Feliz otoño.
Un abrazo.