Denia, 11 de agosto de 2012
Hoy hemos descubierto tres mininos en el jardín, recién
nacidos, acurrucados entre la pared y el aparato de aire acondicionado, un
lugar casi inaccesible. Están dormidos, apenas pueden o saben abrir los ojos.
Están justo debajo de mi ventana. Anoche los oí llorar.
Maúllan de hambre o quizá ensayan su voz recién descubierta.
Dan ganas de alimentarlos, de darles agua o leche. Mi madre
no los quiere aquí, pero echarlos sería cruel. Son muy pequeños. Dice que va a
llamar al jardinero para que se los lleve.
Al atardecer una lengua de fuego barrió el aire. Un calor seco y asfixiante, de golpe, como de desierto o de infierno.
La esperada lluvia de estrellas de hoy ha sido inexistente.
Hemos ido hasta el final de la playa, donde ya no hay luces, para verlas mejor.
Las nubes en el cielo lo han borrado todo.
Ni una estrella fugaz.
No pronuncio
ningún deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario