A todos los que os encontréis en tierra de nadie, bienvenidos al Área de Descanso.Un lugar ideado para parar, respirar hondo y tomar aliento para proseguir el viaje.Porque la vida sigue, a pesar de todo.
La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-
Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-
La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-
Para ser un compañero de juegos, una postal, un recuerdo la foto de un viaje, una noche, un concierto. Para cantar y bailar, para brindar y beber. Para pasar por el mundo sin pasar de él...
The way to succeed is to keep one´s courage and patience, and to work on energetically.
Museo Van Gogh. Ámsterdam.
El Museo Van Gogh. Los cuadros del joven loco. Locura y arte, cómo no van a ir unidos. Arte loco. Locura artística. El genio, una particular visión de las cosas. La mirada distorsionada en pinceladas desbocadas. Los colores imposibles. La mente retorcida por tantos pensamientos cuerdos que nadie entiende. La vista de los tejados de París, el cielo tan gris. Me pregunto si habrá un París para nosotros o si tendré que conformarme con un siempre nos quedará Ámsterdam, que también es mentira. Tú, con tu pelo rojo y las dos orejas bien visibles. Salvo en el color del pelo no te pareces en nada a Vincent.
El sembrador Tú nunca pintarías ese cielo verde. Inquietante y relajante. Como tú, como yo cuando te presiento cerca. Feliz e inquieta. Satisfecha y alerta. Contigo no se puede bajar la guardia. Alguien me dijo que los pelirrojos no eran de fiar, a mí, que tengo la mala costumbre de no hacer caso de los consejos ni los refranes. Hablamos del cuadro. Te digo que el cuadro me parece inquietante y relajante a la vez y te pregunto si crees que eso es posible. Tú sientas cátedra, como siempre. Hablas sólo del cuadro, sin entender o sin querer enterarte de lo que te estoy hablando yo. Hablas del efecto que produce la oscuridad del primer plano: la silueta del sembrador, el tronco del árbol que atraviesa el lienzo. Lo dices así, “el lienzo”, como si hablaras de cuadros todos los días, como si entendieras de pintura. Y el contraste con la claridad del fondo: el agua tan azul, el sol tan amarillo y el cielo verde. “Verde esperanza”, dices, satisfecho del hallazgo. El sol tan amarillo, sí. Pero también espeso. La pintura no se acumula en las figuras de primer plano, sino en ese sol. Luminoso y denso. Otra vez el contraste imposible. Capas y capas de pintura de amarillo intenso. Imagino a Vincent modelando el sol con los dedos, la pasta salvaje para un sol desquiciado en un cielo verde. Lo oscuro a la vista, la luz a lo lejos. La inversión de la lógica estallando con toda lucidez. Un cielo inexistente, que no se toca con los ojos, que no se imagina con las manos. El sol rabioso que trastoca el cielo pero que no llega al hombre del cuadro, al sembrador en su tierra oscura, trabajando de espaldas a la luz. Una silueta sin rostro, alguien que huye, una figura en la sombra.
En mi cabeza no deja de sonar Don McLean, starry starry night, paint your palette blue and gray... La noche estrellada no está aquí. Aquí están los campos de trigo. Diferentes versiones de diferentes trigales. Cielos de todos los colores. Más cielos de color verde, ¿esperanza?, me pregunto; otros azul imposible, azul oscuridad.
Trigal con cuervos
Los pájaros de Hitchcock mucho antes de Hitchcock. Violencia latente, a punto de estallar. Lo que se presiente más que lo que se ve. El terror de lo que todavía no ha sucedido pero sucederá.
Trigal con segador
Otro cuadro amarillo, muy amarillo, amarillud plena. Silencio y tristeza. Soledad. Frialdad amarilla, silencio seco. Soy trigo dentro del cuadro, a punto de ser degollado por la hoz del segador, que abre camino apartando espigas molestas sin compasión.
“Ven”, me dices. Observas el siguiente cuadro
Campo de trigo con amapolas.
“Me gusta”, susurras con tu voz más ronca, y me colocas delante de ti. Entre tú y el cuadro, yo. Miro las notas rojas en la pintura. Puntos rojos de pasión, gotas de sangre sobre el campo. Tus labios en mi cuello. El amarillo se vuelve rojo. Como las amapolas, como tu pelo.
Porque una vez fuimos reyes. Todopoderosos e inocentes, sabios en nuestra ignorancia. Porque entonces podíamos creer, nos permitíamos soñar. Porque hubo un tiempo en que conservábamos la ilusión intacta y nos acostábamos pronto con la esperanza y la seguridad de un amanecer lleno de regalos.
Porque todos somos reyes en nuestra infancia y príncipes en nuestra adolescencia, con un montón de reinos por heredar, con un saco de sueños que parecen posibles, que aún se pueden cumplir.
Ojalá se cumplan los regalos que deseáis... ahora que sois adultos y que sabéis que los reyes sólo existen en nuestros deseos.