La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

lunes, 28 de marzo de 2011

Días de lluvia

Los días de lluvia mi padre me llevaba en metro al colegio. Un trayecto corto: estación línea gris, transbordo, escaleras, estación línea azul. Entonces, años 80, los vagones de la línea 6 eran los más modernos: azules y blancos por fuera, con asientos amplios, altos y mullidos de skay granate por dentro, espalda contra espalda. Monté por primera vez en esa línea para ir a casa de mi abuela, un día que estrenaba zapatos rojos y un vestido de flores. La línea se inauguró en 1979 y comprendía desde Pacífico a Cuatro Caminos. Allí, transbordo a la línea 2, hasta Quevedo. A casa de mi abuela iba con mi padre, los sábados. Mi madre casi nunca nos acompañaba. El tramo desde la boca de metro a la calle Magallanes, donde vivía mi abuela, era corto y mágico, porque suponía parada en los recreativos donde yo me montaba a veces en un coche, otras en un helicóptero y alguna que otra en una mini-noria. No recuerdo si me gustaba ir a casa de mi abuela, pero sí recuerdo el premio de montar en los cacharros que suponía cada visita.

Pero a mí me gustaba más la línea 1. Los vagones eran blancos y rojos por fuera. Por dentro los asientos eran de madera. Mi lugar favorito era el final del último vagón. Mi padre me aupaba y me fascinaba mirar la oscuridad del túnel a través de la ventanilla. La estación se iba alejando y el aire subterráneo entraba a través de un ventilador, en un chorro de olor inconfundible.


Me encantaba el viaje, pero no la lluvia de fuera. Los días nublados mi madre me ponía la camiseta térmica -la famosa Damart, que al quitarla daba calambre y electrizaba el pelo- y sacaba unas botas katiuskas con borreguillo por dentro, que protegían del agua de fuera pero empapaban los leotardos de sudor, porque si llovía eran imprescindibles los leotardos, blancos o marrones, los dos únicos colores que permitían las monjas, a juego con el uniforme escolar.

Y tenía un paraguas de Micky Mouse con un mango rojo, de plástico transparente y con forma de hongo. Me encantaba el paraguas, pero nunca me gustaron los días de lluvia, con su luz gris y extraña, con la frialdad de fluorescente que transformaba la clase en el lugar más inhóspito del mundo, con los recreos de confinamiento en el aula, el pasillo o el gimnasio, donde siempre olía a sudor y a zapatos usados, ante la prohibición de salir a los charcos del patio.

Treinta años después evito el metro siempre que puedo, disfruto comprando paraguas pero prefiero no tener que usarlos y siguen sin gustarme los días de lluvia.

lunes, 21 de marzo de 2011

Encargo, de Ezra Pound


Me entero, muy tarde ya, de que hoy se ha celebrado el Día Mundial de la Poesía.
Tengo miles de poemas favoritos, algunos de ellos volcados aquí.
Podría también colgar uno mío, pero no.
Cuelgo lo que tengo entre manos.

Y no encuentro poema más adecuado para celebrar la llegada de la primavera.
Toda una declaración de intenciones.



ENCARGO

Id, canciones mías, al solitario y al insatisfecho,
id también al neurótico, id al esclavo de los convencionalismos,
llevadles mi desprecio hacia sus opresores.
Id como una inmensa ola de agua fresca,
llevad mi desprecio hacia los opresores.

Hablad contra la opresión inconsciente,
hablad contra la tiranía de los que carecen de imaginación,
hablad contra las ataduras.
Id a la burguesa que muere de aburrimiento,
id a las mujeres de las urbanizaciones.
Id a las horriblemente casadas,
id a aquellas que disimulan su fracaso,
id a las mal maridadas,
id a la esposa comprada,
id a la mujer impuesta.
Id a aquellos que tienen delicada lujuria,
id a aquellos cuyos deseos delicados se frustraron,
id como una plaga sobre la estupidez del mundo;
id con vuestro filo contra eso,
endureced las finas cuerdas,
llevad confianza a las algas y tentáculos del alma.

Id de modo amistoso
id hablando a las claras.
Ansiad encontrar nuevos males y un nuevo bien,
oponeos a toda forma de opresión.
Id a los acartonados por la edad madura,
a los que ya han perdido interés por todo.

Id a los adolescentes a los que ahoga la familia
- ¡oh, qué espantoso es
ver a tres generaciones reunidas bajo un mismo techo!
Es como un árbol viejo con brotes
y con ramas podridas que se caen.

Salid y desafiad a la opinión.
Id contra esta servidumbre vegetal de la sangre.
Estad contra toda clase de propiedad hereditaria.

Ezra Pound

Personae. (Hiperión, nº 367)
Traducción de Jesús Munárriz y Jenaro Talens.

viernes, 18 de marzo de 2011

Union Atlantic, de Adam Haslett



Se había acostumbrado a estar sola. Su alma seguía viva gracias a los saltos incandescentes procurados por ciertos intervalos sagrados y fútiles: el ritmo y la melodía de unas palabras en una página, una sonata que transformaba el tiempo en un sentimiento, un paisaje en un lienzo captado de tal manera que brindaba un breve alivio frente al miedo de la neutralidad absoluta. Todo aquello era lo que sustentaba su fe en el mundo. Lo que los utilitaristas y los materialistas y los devoradores de ese cientifismo barato jamás comprenderían: que la privilegiada experiencia de pasear a la orilla de un río, en compañía de la naturaleza, no sólo se debía a una esencia propia de lo natural, sino también a las ideas recibidas a través de la poesía y la pintura, del canto llano protestante o la exuberancia romántica. Uno paseaba dentro del cuadro. Uno veía a través del poema. La imaginación también creaba la experiencia, no sólo la materia.

Union Atlantic, de Adam Haslett.
Salamandra, 2010.
Traducción de Ismael Attrache Sánchez

miércoles, 2 de marzo de 2011

Literatura, canciones, cambios




Por la tarde veo in streaming una charla que dio Nacho Vegas en la Casa de América la semana pasada, de título “Hay algunos cantantes que leen”. Entre otras cosas, dice algo así (la transcripción es mía, y bastante libre):


La literatura es ir más allá del sentido referencial de las palabras. Tienes algo delante y si alguien mira un poco más allá seguro que sabe decir algo revelador. Escribir es decir a través de las cosas. Para mí hacer canciones es mirar no a las cosas a la cara solamente, sino atravesarlas y mirar un poco más allá. Creo que la literatura está en cualquier sitio, en un montón de sitios. En la barra de un bar, en la cola de un cine. Tienes que coger las palabras y usarlas de forma revolucionaria, llevarlas más allá.

Cuando pienso en literatura, no solo pienso en libros, sino en manifestaciones anónimas en las que alguien te dice algo que te abre un mundo.
La vida está llena de cosas que te llevan unas a otras.


Después descubro (tarde, como es habitual en mí), que ya hay capítulos de la séptima temporada de Anatomía de Grey. La sexta temporada acabó en un tiroteo, en uno de los capítulos de final de temporada más estremecedores que he visto. Y dice esto: (la última parte, con la música que encabeza este post)

Cada célula del cuerpo humano se regenera de media cada siete años. Como las serpientes, a nuestro modo, mudamos la piel. Biológicamente somos personas nuevas.

Quizá parecemos los mismos. El cambio no es visible. Al menos, no en la mayoría. Pero todos cambiamos por completo. Para siempre.

Cuando decimos que la gente no cambia, los científicos se echan las manos a la cabeza. Porque el cambio es la única constante en la ciencia. La energía, la materia, siempre están cambiando, metamorfoseándose, fusionándose, creciendo, muriendo. Lo antinatural es que las personas intentemos no cambiar. Que queramos aferrarnos a como era todo antes en vez de dejar que sea lo que es. Que queramos aferrarnos a viejos recuerdos en lugar de generar otros. Que insistamos en creer que, pese a los indicios científicos, todo en la vida es permanente. El cambio es constante. Cómo vivamos ese cambio, depende de nosotros.


De nuevo las cosas encadenadas. Las que te abren mundos, las que te llevan a otras. Mirar más allá. Atravesar la realidad sólo con las palabras. Descubrir revelaciones en los actos cotidianos, en los objetos de alrededor, en las personas con las que nos cruzamos, en lo que nos sucede todos los días o lo que no nos pasa nunca.

Y después, la reflexión sobre los cambios. Los renacimientos. Las oportunidades. Y la forma de afrontarlos.

Empieza un mes.

Y en tres semanas será primavera.