pero al mirarlo sabemos que miente
-Ray Loriga. Jardines de Lisboa-.
Volver a Lisboa como quien vuelve
al hogar, a una casa amiga, a un amante con el que no se deja de soñar y cuyo
reencuentro se anhela y se busca. Volver a Lisboa en tren nocturno, en un viaje
imprevisto e improvisado, decidido con la rapidez que imponen las ganas y las
certezas, en las peores fechas pero por el mejor de los motivos, dejarse ser en amistad.
Volver a Lisboa en primavera y descubrir su luz como si fuera
la primera vez. La luz inmensa y desbordante del verano. La luz grisácea y sin
embargo amable de febrero. Habrá que volver algún otoño, en barco, para
completar el ciclo viajero - la llegada de una tarde soleada de julio
atravesando en coche el puente 25 de abril, la llegada de noche y en avión en
un fin de semana robado al invierno -, para que ningún regreso sea igual, para
mantener intacto el recuerdo de cuando la felicidad fue posible y real.
Perderse en las calles de Lisboa,
en sus cuestas, en sus tiendas, en sus jardines pendientes: el botánico, el del
Museo Calouste Gulbekian, la estufa fría. Ecos de los textos de Ray Loriga
sobre los jardines de Lisboa para la exposición del Jardín Botánico de Madrid,
de las impresiones de Muñoz Molina en su última novela, donde Lisboa aparece una
y otra vez, real e imaginada como en un sueño que se recuerda vivamente al
despertar y poco a poco va disipándose con la lucidez de la mañana, de las
obligaciones y las tareas por hacer.
Ganas de Lisboa con amigos. De
ese bacalhau de viernes santo que ya es tradición casi irrenunciable. Ganas de
viaje, un poco a la aventura: es de locos, en estos tiempos, ir en un tren que
tarda diez horas, en los asientos más incómodos de todo el vagón. Pero es,
también, un modo de hacerlo distinto, nuestro. De recordarlo con fastidio o con
nostalgia. Son las situaciones extravagantes o fuera de lo común las que no se
olvidan. Unos aviones acaban mezclándose con otros, trenes distintos que acaban
siendo los mismos. Pero seguro que este tren nocturno a Lisboa será recordado
como un viaje diferente. Diez horas descosiendo kilómetros, estaciones.
Atravesando Castilla, Extremadura, Portugal. Diez horas para dormir, hablar,
leer, soñar, aburrirse, escribir, ver amanecer, desear llegar.
Volver a Lisboa, tan querida, como se vuelve, desde la memoria y la distancia, a los amores que uno nunca acaba de tener del todo.
3 comentarios:
Lisboa, la ciudad de las siete colinas, título robado por Roma.
Es curioso ver a las ciudades y al destino entrelazar viajes unos con otros. Un trayecto en tren nocturno es siempre un nicho experiencias en potencia. Bonitos atardeceres, el reventar en rojo del amanecer, situaciones que evocan recuerdos con promesa de duración eterna en los que se fue feliz.
Disfrute, querida ETDN, de la compañía, de la amistad, de la ciudad vivida que es menina y moça y, sobre todo, no deje de caer en el pecado de la carne, ni en el de los pasteles de Belem, una vez pasada la tradición irrenunciable.
Buen viaje.
Gracias, querido anónimo. Espero que si usted tiene la suerte de viajar a Lisboa recuerde mi imagen, mis palabras, bajo esa luz única. Y sonría para sí, como si nadie le viera.
Gracias por su compañía y sus palabras en este blog.
Besos con sabor lisboeta.
Bonito relato, dan ganas de ir y conocer Lisboa, la verdad.
Me gusta tu blog, yo tambien tengo uno donde escribo articulos de opinion. Me gustaria que intercambiasemos enlaces, yo ya te añadí a mi blogroll. Este es:
http://deacuerdoqueno.blogspot.com/
Un saludo!!
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