New York is a diamond iceberg floating in river water.
Truman
Capote
DÍA 1. El viaje es un estado de la mente.
Sábado 10 de octubre. Madrid.
18.15. Rutinas de aeropuerto
A veces, todo va bien. Facturación, control y embarque
tranquilos, casi más de lo habitual. Encuentro con Nuria García-Alix en una
terminal remota: alegría y buenas vibraciones. Fila de dos asientos. Ventanilla
para mí. Cielo despejado. Nada de sueño, pese a no haber dormido más de dos
horas.
De fondo suena Quique González. "Vidas cruzadas". Una
luciérnaga azul y tú...¿no ves que hay una luz en el fondo de mi corazón?. Las
señales y yo.
Entre las pelis disponibles, una que deseaba ver y que
quitaron de los cines antes de que pudiera ir. "Los exiliados
románticos", de Jonás Trueba. Otra señal.
Suenan los primeros acordes de "Me he perdido" y
alucino. Antes de que Nacho Vegas empiece a cantar, cortan la canción para dar
las instrucciones de a bordo. Pero la euforia no se va.
Nueva York con J.
Central Park y los patos.
Alegría, agradecimiento.
El resto no importa.
20.35. Diario de a bordo
La peli me hace pensar sobre los amores adultos. Que es un
alivio haber dejado atrás también la década de los 30. Que a medida que uno
envejece las decisiones las va tomando el tiempo y resulta liberador que se
vayan cerrando posibilidades.
A partir de los 40 el futuro empieza a perder importancia.
Sobre todo si no se tienen hijos ni responsabilidades familiares y un trabajo
que te dé para vivir. Las decisiones vitales ya se tomaron (o no) y uno es
consciente de que lo que hay es sólo presente. El reto más importante es lidiar
con ello, pero sin esa angustia de futuro que se tiene a los 30, cuando parece
que uno se ve obligado a elegir un camino sin vuelta atrás, y todo se lo toma a
pecho, y todo le angustia. Diez años después se ha aprendido que todo pasa, que
no hay nada irremediable, que todo es presente.
(He tomado notas para un futuro post sobre la película.
En general fallida, inconexa y pedante, parece un video-clip de Miren Iza, a la
que no se le entiende casi nada de lo que canta porque el sonido es pésimo,
pero con cosas interesantes. Con un aire familiar de las pelis de Rohmer y
Linklater que no puede no gustarme. Con citas literarias a tener en cuenta. Y
con una mirada sobre las relaciones (el amor treintañero en la segunda década
del siglo XXI) que me interesa)
20.59. Flashes
En aire de nadie. Mar de nubes bajo el avión, sobre el
Atlántico.
Viajamos hacia la luz. Cuatro horas después sigue sin
hacerse de noche.
Las nubes parecen islas.
Ocho horas seguidas de luz.
Dentro de este avión es verano eterno.
21.10. Paisaje de avión
Las islas de nubes se vuelven desierto de espuma, blanco y
rugoso; helado de nata, algodón y nieve.
00.21 (18.21 hora de Nueva York) . Destino
La costa de Canadá como paisaje de fondo, primero.
Reflejos rosados en el ala.
La costa de Nueva York nos recibe con una puesta de sol
desde el aire.
Franjas de atardecer en el horizonte.
Debajo, un desconcertante paisaje de lagunas y tierra.
Giro del avión sobre el mar.
Bruma azul de anochecer en la cola. Al frente, de nuevo
rescoldos de sol.
La llegada
Trámites de aeropuerto, menos complicados de lo que se
temía. Taxi a Manhattan. El
horrible paisaje de autopista y afueras que separa los aeropuertos de las
ciudades, tan parecido en distintos lugares. Es tarde-noche de sábado y hay
atasco. Cansancio de avión e impaciencia por llegar, por descubrir algo
reconocible. La necesidad de sorprenderse con los primeros rascacielos, las
primeras luces de esta ciudad que nunca se apaga.
Registro en el hotel. Habitación en el piso 20. Por encima
sólo la terraza.
Suite espaciosa, con un sofá y una cafetera. Una botella de
champán y bombones Leónidas como obsequio de bienvenida. Un ventanal que da a
los rascacielos de H&M y MetLife. Azoteas con tanques de agua y edificios
en obras. Luces que iluminan la noche. Es Nueva York, sin duda.
Nos cambiamos de ropa y subimos a la terraza, a saludar al
Empire State. Hoy luce de blanco. Todo resulta impresionante y tiene un toque
de irrealidad. La incredulidad de los sueños cumplidos. Estar allí, por fin.
Me dejo llevar por calles aún desconocidas para mí. Voy
noqueada de cansancio, emoción, excitación y asombro. Quiero verlo todo,
descubrir lo que hay aquí y allá. Todo me sorprende y me abruma. Y eso sin
haber llegado a Times Square.
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