“De la serie de hechos inexplicables que son el universo o el
tiempo, la dedicatoria de un libro no es, por cierto, el menos arcano. Se la
define como un don, un regalo. Salvo en el caso de la indiferente moneda que la
caridad cristiana deja caer en la palma del pobre, todo regalo verdadero es
recíproco. El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo. Como todos los actos del universo, la
dedicatoria de un libro es un acto mágico. También cabría definirla como el
modo más grato y más sensible de pronunciar un nombre"
- JORGE LUIS BORGES -
Otro 23 de abril. En nada llegará la Feria del Libro.
Lectores a la caza de autores. Autores al servicio de los lectores. Las firmas,
ese placer y ese suplicio. A los lectores les gusta llevarse su libro firmado,
como un trofeo único. Los autores, después de veinte o treinta firmas, ya no
saben muy bien qué poner. Hay quien no se complica la vida; otros manejan
varias frases que repiten aleatoriamente; los más ingeniosos son capaces de
escribir algo distinto cada vez. Hay quien adorna con dibujos sus palabras.
Otros cuya letra parece de médico más que de escritor y cuya firma es ilegible.
Hay quien lo pasa mal porque no se acuerda del nombre del conocido/a que se
acerca reclamando su ejemplar firmado y tiene que sortear el momento trágico
con humor y mano izquierda.
Todo buen lector acumula libros firmados. Si además es
escritor, un buen puñado de ellos son de amigos. Toda firma es especial, pero
cuando con el autor te une la amistad, además de la admiración por su
literatura, esa dedicatoria adquiere más valor. Hay dedicatorias que anticipan
futuros, deseos, afectos. También uno llega a hacerse amigo de autores a los
que conoce en una firma de sus libros o en una presentación que acaba en
borrachera y karaoke a las seis de la mañana. (No daré nombres, pero a mí me ha
pasado).
Pero las mejores dedicatorias son aquellas que surgen al hilo
de una conversación, por mínima que sea, con un escritor al que admiras desde
hace tiempo y al que siempre has deseado conocer. Del que lo has leído todo o
casi todo. Cuya nueva obra esperas siempre con ilusión e impaciencia.
Estas son tres de mis dedicatorias más preciadas, las que
guardo como tesoros.
La de Carmen Martín Gaite La de Ray Loriga
(Nubosidad Variable) (Sombrero y Mississippi)
La de Siri Hustvedt
(Los ojos vendados)
"Ojalá que "The blindfold" (título original en inglés, que significa "La venda")
no te ciegue, sino que te abra los ojos en tu trabajo"
Y esta otra, de Luis García Montero para Almudena Grandes, recogida en el poemario "Habitaciones separadas" es una de mis favoritas:
1 comentario:
Nos contaba Juan José Téllez que el indefinible García de Sola le dedicó un libro, cuando Téllez empezaba a escribir, y le puso "haz versos pero no odas".
Inmenso.
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