Días de pronósticos errados: no llegó la nieve anunciada. Previamente la ciudad se cubrió de niebla tóxica: todo acaba contaminado, tarde o temprano. Nunca aprendemos las lecciones: los errores nunca son los mismos. Somos tan torpes o tan ilusos que no los reconocemos y estamos condenados a repetir nuestros fracasos. No llegó la nieve: un simulacro de lluvia empapó las calles y las heladas volvieron a desangelar la noche. Hay hambres que no se sacian con cualquier alimento, el ansia es un animal de mil bocas adiestradas para devorar entrañas. No hay consuelo para el frío de enero ni para las cartas sin respuesta.
El tiempo es un concepto relativo pero la tiranía del calendario es implacable; la eternidad puede elevarse sobre una suma de segundos perdidos y los momentos de espera siempre son siglos malgastados minuto a minuto, como las palabras que no se dicen y las frases pronunciadas a deshoras: soliloquios inútiles dirigidos a nadie, cuando el destinatario reniega de su nombre y la distancia se vuelve ausencia. Nunca me gustaron los monólogos, ni en el humor ni en el amor. La risa a la fuerza se vuelve mueca y los sentimientos regalados a quien no quiere recibirlos acaban por desvanecerse en el aire. La ilusión es una embaucadora que nos tima con promesas que nunca cumple.
La gripe entumece mi cuerpo y la fiebre produce delirios. La música ha parado y me encuentro resbalando sola, desplegando toda mi torpeza en un salón vacío. Renuncio al tango, ese baile endiablado que no da tregua, que obliga a obedecer a otro, a seguir sus pasos improvisados sin rechistar y exige una ejecución discreta y brillante a la vez. Quizá me convendría más el claqué, una danza solitaria en la que uno elige su ritmo y no depende de melodías ajenas: un baile libre en el que no hay más reglas ni canción que la que marcan tus propios pies.
3 comentarios:
Querida ETDN. Citando las palabras de Manuel Vicent que encabezan este blog, la vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. El error solo indica que se está vivo y no implica un fracaso, simplemente una experiencia. Y no, no estoy de acuerdo en que no hay consuelo para el frío de enero. Lo bueno que tiene el frío es que se combate, y muy eficientemente, al abrigo de un buen abrazo.
En el discurso, como en el baile, lo importante es el interlocutor con el que se interacciona. Un buen bailarín, incluso en el tango, no es el que impone el ritmo, el siguiente paso a dar, dónde y cuándo realizar el siguiente giro. Los buenos bailarines, siempre dispuestos a la práctica de su arte, son los que se adaptan a fuerzas y debilidades de sus acompañantes. No creo que la ejecución deba ser discreta, ni mucho menos brillante. El tango es sucio, vibrante y lleno de recovecos en los que hay mucho margen para la improvisación y, en el fondo, lo único que importa son las ganas de devorar al otro. Si alguno de los bailarines no está dispuesto leer al otro, a jugar con las sutilezas, a responder a los mensajes que los pies y los movimientos lanzan, el resultado es la rigidez, el deslucimiento y el desánimo. Quizás, apreciada ETDN, simplemente ha errado con la pareja. No se preocupe, conociéndola, no le faltará quien quiera hacer suya su cintura.
Pero no elija mucho como pareja a la gripe. Es muy traidora.
Es ella la que me persigue, amigo.
Ains.
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