Duermo en otoño
soñando veranos
buscando la luna que
se escapa entre mis manos
-Juan Pardo. ¿Quién
es es loco?-
Septiembre es un mes raro porque todo acaba y a la vez todo
está a punto de empezar. Nos renovamos promesas que no cumpliremos, nos
permitimos imaginar nuestra mejor versión en un futuro siempre a punto de
comenzar a la vuelta de la esquina, del día, del mes, para conjurar la añoranza
del verano que agoniza y alejar el recuerdo de todo lo que arrastramos antes de
que la luz de agosto lo diluyera en sus tardes de nunca acabar.
Llega a su fin este verano raro de placeres interrumpidos,
noches urbanas de azotea y mojito, lecturas de madrugada que dispararon la
imaginación y el deseo, tardes de exposiciones y paseos por Madrid, besos
intempestivos, fotos secretas, piscinas, hospitales, preocupación y espera
combatidas a fuerza de brazadas contra el agua, dos súper lunas llenas a las
que dirigir plegarias para aliviar la incertidumbre, una felicidad inesperada
donde menos podía pensar y el fondo de perplejidad que late cuando apenas
podemos creer que nos pase justo lo que nos está pasando, que algunos de
nuestros temores cobren vida y se instalen en la realidad de cada día, la
presente y la futura, no dejándonos más alternativa que plantarles cara y
prepararnos para resistir una lucha que se prevé dura y aún así se desea larga.
Ya está aquí el otoño y seguiremos soñando veranos, lunas que se
escapan de las manos, procurando no volvernos locos, mantener la calma y cuidarnos
de las trampas: las de la realidad y las de la imaginación.