No hay viaje menor, cada desplazamiento tiene su importancia. Toda ida exige un regreso y esa distancia, en ocasiones, es una aventura. También puede ser infierno, tragedia o abismo. Ulises regresó a un lugar que ya no le pertenecía. Su destino fue volver al punto de partida y el tiempo hizo el resto. El reto no fue sobrevivir al camino, sino al hogar que ya no le esperaba, que le recibió como a un extraño.
“El viaje sólo ignora una palabra, 'pasado', y sólo respeta una, 'destino'”, leo en Sombrero y Mississippi (Ray Loriga. El Aleph, 2010). Me he quedado enganchada a algunas frases de este libro extraño e incomprensible, tedioso y arduo por momentos, ingenioso e instructivo en otros.
Ningún viaje carece de un sentido, como ningún pensamiento es gratuito, aunque a veces no comprendamos su origen o su significado. Ninguna palabra puede ser retirada, una vez dicha. Permanece, aunque se opte por obviarse. No puede alegarse ignorancia de lo que se ha escuchado, aunque a veces uno elija el olvido, o éste se imponga por instinto o como escudo protector.
“Todo viaje responde a un plan, a la imaginación de un destino y a cierto conocimiento sobre las condiciones de la nave y la tiranía de los elementos”. (Sombrero y Mississippi)
Todo viaje es sabiduría. Suma experiencias y, en las ocasiones más afortunadas, recuerdos.
Todo viaje es una oportunidad de aprendizaje y conocimiento; de uno mismo, consigo mismo, y/o de los otros, de los más cercanos y de los desconocidos. O de los extranjeros, de su aspecto, sus costumbres, y, si el tiempo y las circunstancias lo permiten, de su carácter.
Todo viaje implica estar vivo y conviene también estar bien despierto. Para aprovecharlo todo, para que nada se escape.
Todo viaje revela nuestra personalidad. En cada viaje, por breve que sea, vamos escribiendo nuestra historia. Cada viaje implica toma de decisiones, improvisaciones, una determinada manera de hacer frente a los contratiempos.
Todo viaje conlleva su propia literatura. Un equipaje físico y uno espiritual. Ningún aspecto de la vida, cuando se nos revela, debe ser despreciado.
Los viajes que no se hacen también cuentan: en ellos nos definimos. Porque lo que deja de hacerse forma parte de nuestros recuerdos tanto como las vivencias rememoradas.
No, no hay viaje menor.
1 comentario:
Desde luego que no. Que se lo digan a un tal Lucas...
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