En lo más profundo del invierno finalmente aprendí
que en mi interior habitaba un verano invencible.
-A. Camus-
Hay una grieta en todo; sólo así entra la luz.
-Leonard Cohen-
-Leonard Cohen-
Y, por fin, la luz de junio entre las grietas de 2017.
Después del más oscuro de los inviernos, después del abril más cruel y
doloroso, después del turbulento y desquiciado mayo, por fin el verano, ese
estado de la mente y del ánimo que nos hace invencibles. Las comidas de domingo prolongadas
hasta la madrugada, las risas con los amigos, encuentros y reencuentros,
descubrimientos y redescubrimientos, sorpresas, ilusiones, taquicardia
adolescente - otra vez, quién lo diría -, la vuelta al cole 25 años después -
nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, por fortuna - y comprobar que
todo, tarde o temprano, deja de doler; los proyectos de viaje para las
vacaciones; la feria del libro con sus firmas, sus fiestas, sus groupismos, sus
tormentas y sus calores, las presentaciones de libros, Jabois y Ray, y ese fin
de feria bailando, bailando, en el Florida Park; cervezas, tintos de verano y
gintonics en terrazas a pie de asfalto bajo la unánime noche madrileña; La SalaManca como segundo hogar, como punto de encuentro donde siempre se es bien
recibido; mi propia terraza abierta como nunca a las charlas, a la música, a
las canciones, a los atardeceres incendiados, a las madrugadas bajo las
estrellas, a la complicidad, a las risas, al dejarse ser en amistad.
Por San Juan quemé unos cuantos nombres destinados a ser ya
sólo cenizas del pasado. Incluí uno con el que tal vez me equivoque. Hubo otro
que se resistía a arder, que no se borró del todo. Hay incertidumbres que sólo
resuelve el tiempo.
Gracias, junio, te has portado bien. Trajiste un verano
adelantado dentro y te vas inestable, con aire primaveral, tras haber cambiado
el rumbo de un año que creí maldito para siempre.
Nunca imaginé que este verano fuera a ser uno de esos
veranos que se repiten cada seis años, veranos inesperados y locos que lo
vuelven todo del revés, veranos inolvidables y especiales, veranos para el
recuerdo: 1998, 2004, 2010. Esta vez han pasado siete años: los que ha durado
mi última vida. Número mágico. Y el tiempo que, según dicen, tarda un cuerpo en
regenerarse por completo.
Ojalá sea presagio de buena fortuna. Ojalá que la felicidad
vuelva a surgir de las grietas. Ojalá que esta luz de verano y vida se
prolongue más allá de septiembre.
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