Madrid, 31 de julio de 2012
Todos los días, sobre las diez,
salgo a regar las plantas. Compré una regadera de plástico color pistacho, como
aquella muchacha del cuento de Ray Loriga. No sé si es del tamaño adecuado, es
la primera vez que compro una regadera. Nunca he tenido plantas. Estas plantas
ni siquiera son mías. Ya estaban aquí cuando llegué. Tampoco sé si son plantas
o flores o verduras o qué. No tengo ni idea de plantas. Estaban muy secas,
llevaban semanas, quizá meses, sin que nadie las cuidara. Me he hecho cargo de
ellas. Un rosal con tres tallos finitos y sin flores. Una maceta con bulbos que
parecen cebollas. No sé si debo arrancarlas o qué. De momento las riego, a ver
qué pasa. Otra maceta con una planta que desconozco. Se parece al tipo de
vegetación que crece en el monte. Espliego, romero, algo así. En un tiesto otra
planta indescriptible. Parecen coles de Bruselas, pero son flores.
Todos los días, sobre las diez,
las riego. Cuando ya se ha puesto el sol y empieza a anochecer, como me dijo J.
Le hago caso. Obedezco dócil y cumplo mi misión.
No tengo ni idea de plantas.
Pero todos los días, sobre las
diez, salgo a regarlas. A veces echo en la tierra los posos del café.
Lo que pase es un misterio. No sé
si revivirán o no. Tal vez estén muertas. Pero eso es lo de menos.
Lo importante es salir a regarlas
todos los días, sobre las diez.
4 comentarios:
Está bien, pero tampoco las encharques, ¿eh? Una planta se recupera, por lo general, mejor de la falta de agua que del exceso; el exceso les puede pudrid la raíz fácilmente.
Pero tú sigue.
Un beso grande.
Eso. Poquito riego, y si drena por el fondo, mejor.
Gracias, chicos.
Haré caso de vuestros consejos. Soy jardinera primeriza.
La muerte es el animal que mejor maneja la quietud, Marina.
Besos súper.
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