Veo las manchas en la pantalla. Letras que son imágenes. Internet es un libro de imágenes en constante transformación.
“Un agujero negro se traga una estrella”, leo. La frase me parece hermosa y enigmática. No alcanzo a entender el alcance, en términos científicos, del suceso.
“El fenómeno ha generado un destello de altísima energía, en rayos X y rayos gamma, que debe ser un chorro orientado hacia la Vía Lactea, lo que ha permitido observar el brillo extremo producido”.
No sé nada de rayos X ni de rayos gamma, los imagino como chispas desprendiéndose de un fuego. Cintas de colores fluorescentes e hipnóticos que se mueven vertiginosas dejando una estela a la que no se puede dejar de mirar. La imagen me sugiere belleza y misterio. Lo oscuro apropiándose de la luz. El resultado: un brillo extremo.
“Es un fenómeno singular. Los expertos calculan que la emisión de rayos gamma que les dio la pista debió comenzar el 24 o 25 de marzo, sigue brillando y seguramente no se apagará hasta el año que viene. Podría ser un chorro de alta energía generado al ser atrapada una estrella del tamaño del Sol por un agujero negro un millón de veces más masivo”.
Imagino la lucha de la estrella y el agujero negro. Las fuerzas de la atracción y la resistencia. El chorro de energía como el grito último ante lo inevitable, un estertor que es un fogonazo, un último chispazo antes de apagarse para siempre, una llamada luminosa y persistente para no desaparecer sin más en la oscuridad del universo. Una metamorfosis estelar que deriva en aniquilación. Y en la transformación, la máxima belleza: un chorro de luz que ilumina la galaxia.
En toda batalla fluye una belleza épica; las historias que merecen ser contadas son las que esconden una guerra. No hay materia literaria en la paz. Acaso una lírica que evoca luchas pasadas o futuras.
Todos somos estrellas, pienso. En cualquier momento podemos ser atrapadas por un agujero negro deseoso de robarnos la luz. Y es precisamente ese instante extremo el que nos obligará a desplegar toda nuestra energía. El que dará la medida de nuestra capacidad de brillar, de qué tipo de intensidad luminosa nos define. Lo que diferencia la pérdida del fracaso es la dignidad con la que se encara y la propia percepción de la derrota. El Universo nos vuelve a dar una lección. Uno no debe apagarse antes de ser engullido. Debe, por el contrario, brillar como nunca.
“Un agujero negro se traga una estrella”, leo. La frase me parece hermosa y enigmática. No alcanzo a entender el alcance, en términos científicos, del suceso.
“El fenómeno ha generado un destello de altísima energía, en rayos X y rayos gamma, que debe ser un chorro orientado hacia la Vía Lactea, lo que ha permitido observar el brillo extremo producido”.
No sé nada de rayos X ni de rayos gamma, los imagino como chispas desprendiéndose de un fuego. Cintas de colores fluorescentes e hipnóticos que se mueven vertiginosas dejando una estela a la que no se puede dejar de mirar. La imagen me sugiere belleza y misterio. Lo oscuro apropiándose de la luz. El resultado: un brillo extremo.
“Es un fenómeno singular. Los expertos calculan que la emisión de rayos gamma que les dio la pista debió comenzar el 24 o 25 de marzo, sigue brillando y seguramente no se apagará hasta el año que viene. Podría ser un chorro de alta energía generado al ser atrapada una estrella del tamaño del Sol por un agujero negro un millón de veces más masivo”.
Imagino la lucha de la estrella y el agujero negro. Las fuerzas de la atracción y la resistencia. El chorro de energía como el grito último ante lo inevitable, un estertor que es un fogonazo, un último chispazo antes de apagarse para siempre, una llamada luminosa y persistente para no desaparecer sin más en la oscuridad del universo. Una metamorfosis estelar que deriva en aniquilación. Y en la transformación, la máxima belleza: un chorro de luz que ilumina la galaxia.
En toda batalla fluye una belleza épica; las historias que merecen ser contadas son las que esconden una guerra. No hay materia literaria en la paz. Acaso una lírica que evoca luchas pasadas o futuras.
Todos somos estrellas, pienso. En cualquier momento podemos ser atrapadas por un agujero negro deseoso de robarnos la luz. Y es precisamente ese instante extremo el que nos obligará a desplegar toda nuestra energía. El que dará la medida de nuestra capacidad de brillar, de qué tipo de intensidad luminosa nos define. Lo que diferencia la pérdida del fracaso es la dignidad con la que se encara y la propia percepción de la derrota. El Universo nos vuelve a dar una lección. Uno no debe apagarse antes de ser engullido. Debe, por el contrario, brillar como nunca.
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