Salir de Madrid en verano y volver en otoño.
La carretera, los paradores, los paisajes familiares que se ven por primera vez.
La vuelta a la infancia, la adolescencia recuperada (como si alguna vez se hubiera perdido).
El olor del campo, las estrellas tan visibles, pinceladas de luz en la oscuridad.
Los pueblos perdidos, la montaña, las piedras.
El agua helada y el cansancio.
Las heridas, la música y las palabras (las dichas y las que no).
El sol, la lluvia, las nubes. La noche y el día, o viceversa.
La anticipación del frío, los juegos caseros.
Atardeceres y un amanecer.
Las fotos, que nunca reflejan lo importante (o tal vez sí).
Lo que pasará y lo que queda (la incógnita, las certezas, el miedo contagioso).
El regreso y por delante el porvenir.
8 comentarios:
Y saber que vivimos tanto lo claro como lo oscuro. Todo deja su huella, una mirada hacia atras entornando los ojos y sonriendo, una mirada hacia delante, abriéndolos mucho y también sonriendo.
la vida es un viaje hecho de viajes...besos.
y así es el camino... un juego de luces, un baile entre la penumbra y la luz cegadora... besos!
El aYING y el ahora. El más aYANG. Hermoso texto, Marineja.
el regreso, y por delante el porvenir. (osea todo)
me quedo con eso.
un abrazo!
Como si no hiciéramos otra cosa que viajar... bonitas fotos, a fe mía.
Un besote.
Se que no tengo ningún derecho pero añoro todo tu viaje. Son sensaciones compartidas, son fogonazos muy cercanos, es la ilusión atemporal... y que el porvenir venga con un pequeño hatillo del pasado.
Eres especial, besos y gracias, Ignacio
El porvenir que toca ahora (si el cambio climático no lo jode) es ir metiéndose dentro de una misma, con frío.
Para que la próxima primavera-verano sean de explosíón.
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