Ya hablé aquí de lo que me gusta recibir POSTALES.
De unos años para acá recibo postales de muy pocas personas. Gema, la Dama Êowyn y yo iniciamos la costumbre y este otoño hace diez años que nos conocemos (diez años ya, qué rápido y qué despacio y cuántas cosas y cuántas vidas y una boda y varias casas y novios que van y vienen y trabajos varios y esas comidas de domingo que se alargan hasta media tarde). Ellas me escriben más postales que yo a ellas. Pero es que ellas viajan más que yo y a sitios más interesantes. Las últimas que yo envié, desde Sicilia, datan de 2004. Pero sigo recibiendo las suyas y la ilusión permanece intacta.
Susana, que también viaja mucho, me escribía postales de vez en cuando. Ahora, que se ha modernizado, cuenta sus súper viajes en un blog.
Últimamente también recibo postales de alguien que sabe que me gusta recibirlas, casi sin que yo se lo pida.
Es bonito recibir postales. Aunque no se pueda escribir mucho en ellas, aunque se reciban cuando la persona ya ha vuelto y te ha contado el viaje, aunque lo plasmado en ellas quede anacrónico y soso, siempre incompleto, siempre insuficiente, escrito deprisa o con cansancio o con poca inspiración. A mí me gusta guardarlas y las colecciono como si fueran recuerdos de lugares en los que todavía no he estado, lugares a los que proyecto ir algún día, lugares en los que estuve pero no reconozco – o sí – en la foto. Me gustan los sellos de lugares distintos o exóticos. Y me gusta saber que alguien, en mitad de un viaje, de unas vacaciones, se ha tomado tantas molestias para darme una alegría.
Aquí van las dos últimas. La de Bath la recibí con un mes de retraso, se me extravió en una montaña de papeles y la volví a encontrar. Y le debía este acuse de recibo a la Dama Êowyn, a la que tanto echo de menos por este blog.
no hay restos en mi almohada de sueños imposibles, todo podría pasar.
Voy descomponiendo estereotipos conociéndote.
Te descubro, gota a gota, vas calándome.
Y estoy abriendo puertas, estoy cada vez más cerca...
12 comentarios:
Hay otra canción de Kico que dice: "correr sin dirección no es la salida es cometer otro error". El mundo gira y gira y, hoy, nos puso AQUÍ. A tu lado, pequeñita para lo que quieras. ¿De acuerdo? Pues eso.
Es extraño lo nuestro sí...creo que va a ser mejor no quedar, porque cuando quedamos no nos vemos y nos vemos por la calle sin quedar, jua,jua.
Asias. Os echaré de menos en el conciertazo de Kico, snif.
¿ete finde nos vemos, sí?...
Os quiero, dulces y rizadas damas.
Esse Kico.
Ailuc foruar tu si iu dat dei.
(Qué nivel de pikinglish, ¿ehn?)
Bezox.
y sigue.....besos.
Dan ganas de escribirte una postal...
Me gustó mucho en la que aparecen aquellas puertas, ¿qué habrá detrás?
Por cierto, me alegro por tu post número 101.
Besazos.
Ni escribimos postales, ni mandamos Crishtmas en Navidad,ni cartas en verano, ni grabamos canciones de la radio en casettes... Ni, ni, ni... Me has hecho echar de menos muchas cosas con este post¡
Muchos besos.
P.D. Volveré a mandar postales¡¡¡ :)
Hace tanto que no mando una postal...
y el correo solo trae cartas sin interés...
Un beso ETDN
La verdad es que hemos dejado de escribir postales y correo normal, pero si me das tu dirección, te aseguro que cuando vaya a algún sitio, te envío una postal. :)
Mil besos, Etdn.
Recuerdo que uno de mis juegos favoritos cuando era niña era ver la colección de postales de mis padres. Estaban guardadas en una bolsa de una antigua camisería de hombres, de alguna compra para mi abuelo o mi padre, arrugada del continuo sacar y guardar del armario para que las pequeñas nos entretuviéramos.
Yo me podía pasar horas viéndolas, dándoles vueltas, leyéndolas, imaginando estar en esos lugares, imaginando ser mayor, imaginando que podría llegar a tener una letra bonita, imaginando que algún día podría mandarlas yo. Familiares y amigos relataban en pocas líneas sus viajes y mandaban recuerdos a mis padres o a mis abuelos, e incluso felicitaban por los cumpleaños y santos, tradición esta, sí que totalmente perdida.
Pero también estaban las que nosotros habíamos enviado, y esas me causaban una sensación extraña, porque yo las había elegido con mis padres para enviarlas a mis abuelos, había visto como mi madre las escribía y como todos juntos las habíamos echado al buzón que estaba en mitad del paseo del pueblo con playa de nuestros veraneos, y luego las volvía a tener en mis manos, ya en casa, tan lejos de esos días, jugando en la alfombra de mi habitación cualquier tarde de otoño o invierno.
Años más tarde, en los veranos de mi adolescencia, tan largos y solitarios, la gran alegría era recibir la postal que Tere siempre me escribía desde la Dordogne, en Francia, donde vivían sus tíos y ella pasaba gran parte de sus vacaciones. Pueblecitos de piedra, donde parecía que el tiempo se había detenido y donde parecía que en cualquier momento podías ver a algún mosquetero, espada en mano, galopando por sus calles en busca de aventuras.
Así empezó nuestra costumbre de enviarnos postales allí donde fuéramos de vacaciones. Y la seguimos manteniendo. Ahora hay nuevas direcciones y nuevas firmas, pero el envío es obligatorio, sería imperdonable que lo llegáramos a olvidar.
Junto a ella, empecé a enviar a mis otras amistades, porque, qué mas da comprar una que seis o siete, que mas da llevar escrita en mi agenda una o mas direcciones, cuando las busco y las envío con todo mi cariño y se que las reciben con una gran ilusión.
Viajar constituye una gran alegría en mi vida, así que, por qué no compartir un momento de esos viajes con las personas que mas aprecio! Normalmente busco ese momento de intimidad, de relax y de tranquilidad después de una dura jornada de viaje, para escribir en la cama del hotel, antes de dormir, con la televisión de fondo hablando en un idioma que me permito la libertad de no entender, siempre y cuando el cansancio lo permita y los párpados aguanten, las sensaciones y sentimientos que me evoca el país, pueblo o ciudad que visito.
Ahora cuando nos deseamos unas felices vacaciones y que tengamos un buen viaje, siempre apostillamos: eh, y que no se te olvide la postal, vale? Y cuando nos reunimos a contar los viajes, siempre está la anécdota de la búsqueda y envío de la dichosa postal, que a veces, son dignas de auténticas búsquedas del tesoro.
Ya no concibo viajar sin enviar una postal a mi gente. Sólo ha habido un sitio desde el que no he enviado, y eso que lo he visitado dos veces: París. Pero, quien sabe si habrá una tercera, o desde donde enviaré la próxima postal, o cuanto tardarán esta vez en llegar a sus destinos?.......
Con todo el cariño de la dama Êowyn para ETDN,
un beso.
a mi me gusta más escribirlas que recibirlas y debo decir que probablemente tenga más postales escritas y no enviadas guardadas que las postales mías que haya diseminadas por ahí...es que tengo un problema que se llama sello y que nunca consigo comprar y así pasa el tiempo...y me da por pensar que la susodicha postal poco tiene ya que ver...
asi que no la mando
y me la guardo para mí...
besos a rayas!!
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