But don't forget
who's takin' you home
And in whose arms you're gonna be
So darlin' save the last dance for me
And in whose arms you're gonna be
So darlin' save the last dance for me
Doc Pomus &
Mort Shuman
performed by The Drifters
Domingo frío. Y la angustia de
todas las cosas que querríamos hacer, de todo lo que querríamos comprar. La
sensación de que el tiempo se agota y no podremos aprovecharlo lo suficiente.
Brunch espectacular en The Harold. Unos
huevos benedictine con langosta con los que aún salivo al recordarlos. Una
incursión bastante poco memorable en el Victoria´s Secret. Un sitio muy
agobiante. Hay tanta oferta que es difícil elegir. No sabes cuál es tu talla.
Las dependientas se acercan y te miden el contorno. Aún así no aciertan. Me
pruebo varias prendas que no me sientan del todo bien. A J. no le dejan ni
estar en el pasillo de probadores y le tratan como a una especie de sospechoso
por ser hombre. Me indigno y nos vamos sin comprar. Tiene la fama, pero no veo
que el género sea muy distinto que el de Women´s Secret, Oysho, Etam o
cualquier marca que tienen en El Corte Inglés.
No soporto el frío. Me compro un
plumas en Uniqlo. Arramplamos con camisetas en GAP. Y le echo el ojo a una
cazadora de cuero, aunque no tienen de mi talla.
Hacemos el turista en el Madison
Square Garden. Compramos unas palomitas mezcla de queso y caramelo en Garrett
Popcorn. Lo más guarro, calórico, insano y adictivo que he comido en mucho
tiempo. De no poder parar. Encontramos ketchup Sir Kengsinton en un
supermercado de la Sexta.
Atardecer en el Empire State
Building. Vistas espectaculares del crepúsculo neoyorquino y frío polar allí
arriba, lo que le resta bastante encanto. Un póster del skyline y un adorno
navideño en la tienda. Un chocolate y un croissant en el Starbucks con menos
glamour de NY y del mundo, probablemente, por mera necesidad de calentarnos.
El lunes, nuestro último día en
NY, íbamos a dedicarlo a un último paseo por Central Park, a rematar compras y
a patinar en el Rockefeller Center. Al final, lo de las compras se nos fue de
las manos. J. se lleva media tienda de Levi´s. Yo sigo sin encontrar vaqueros
de mi talla, que me sienten bien y más baratos que en España ni en Levi´s ni en
ningún otro sitio. Cuando quisimos llegar a Central Park, era demasiado tarde y
hacía demasiado frío. Comimos un perrito nada memorable, por cierto, en el
Grey´s Papaya, un sitio al parecer famoso porque Obama había comido allí un
día, o algo así.
Por fin me decido a comprarle a
mi madre el reloj de Swatch con el skyline de NY. Chulísimo. Y nada barato. Le
encantó, pero creo que se lo he visto puesto sólo un día.
En el Century 21 me perdí por
completo. Aunque no encontré vaqueros, me llevé toda la ropa interior que no
encontré en Victoria´s Secret. Y por fin encontré la cazadora que andaba
buscando. No sin dudas, por supuesto. Y casi cojo una talla más grande de la
que me correspondía. Me cuesta reconocer lo obvio a la primera. Pero ahora
considero esa cazadora de Michael Kors un flechazo y una de mis prendas más
preciadas.
Después el azar, tan travieso esa
tarde, nos arrebató la diversión de hacer el patoso en la pista de patinaje del
Rockefeller Center, que no estaba abierta al público porque había un evento
privado. O quizá nos salvó. De un ridículo casi seguro, de unas agujetas para
los restos o de volver con magulladuras por todo el cuerpo.
Un poco antes había hecho una de
las suyas. Antes de encontrar la cazadora de mi vida, entramos en el enésimo
GAP, a ver si tenían de mi talla. Me pruebo una, que casi me convence. Dudo
ante el espejo. Y entonces pasa. Oigo los primeros compases de la melodía y no
doy crédito. You can
dance... Nos
miramos alucinados. Se me empañan los ojos. Puede que llorara. Bailamos, o eso
creo. Quizá con la cazadora puesta, no lo sé. Así lo recuerdo, aunque puede que
sólo lo haya imaginado. Ocurrió lo más improbable. No es una canción de moda,
de hecho es muy antigua. No es excesivamente conocida. Pero es nuestra canción
y sonó allí, en NY, en un GAP cercano a Central Park, probablemente en el sitio
menos apropiado y menos romántico. O tal vez no. Tal vez ese lugar fuera un
buen resumen de NY, después de todo.