Tenemos memoria, tenemos amigos/tenemos los trenes, la risa, los bares/ tenemos la duda y la fe, sumo y sigo/ tenemos moteles, garitos, altares/ Tenemos urgencias, amores que matan,/ tenemos Venecia, tenemos Manhattan./ Tenemos zapatos, orgullo, presente,/tenemos costumbres, pudores, jadeos,/tenemos la boca, tenemos los dientes,/ saliva, cinismo, locura, deseo.
Más de cien palabras, más de cien motivos/para no cortarse de un tajo las venas/
más de cien pupilas donde vernos vivos,/más de cien mentiras que valen la pena.
(J. SABINA)
La extrañeza de no ser ya joven y no sentirse mayor aún.
El peso del pasado y la responsabilidad del futuro, o al
revés.
Abrir los brazos a la calma, sin acabar de renunciar a la
emoción.
Acoger a los fantasmas, esos viejos conocidos que ya no
hacen daño,
a los que se mira, a veces, con cierta ternura. O con
nostalgia. Acunarlos cerca del pecho,
como a hijos inexistentes, los que nunca fueron, sin dolor que valga, salvo el
recuerdo de lo perdido. Eso es todo lo que queda, que no es poco.
Esperanza y añoranza a veces se confunden, pero el
sentimiento cada vez lacera menos.
Y ya no sé si es pérdida o ganancia, pero el balance es
equilibrio, casi la mayor parte del tiempo. Ese tiempo que se lo come todo.
Estoy en la mitad de mi tiempo y eso asusta y conforta.
Confesar que se ha vivido. Y esperar que lo mejor de la vida
está por venir.
Te llaman porvenir/porque no vienes nunca./Te llaman:
porvenir,/y esperan que tú llegues/como un animal manso/a comer en su
mano./Pero tú permaneces/más allá de las horas,/agazapado no se sabe dónde./...
Mañana!/Y mañana será otro día tranquilo/un día como hoy, jueves o martes,/cualquier cosa
y no eso/que esperamos aún, todavía, siempre. Ángel González
No es malo el balance, a pesar de todo. Podría ser mejor,
también peor: asumo con satisfacción que sea mío.
Si la madurez era esto, bienvenida sea.
Permanece el mismo asombro ante la vida que entonces
Tenemos un as escondido en la manga,/tenemos nostalgia, piedad, insolencia,/ veneno, resaca, perfume, violencia./Tenemos un techo con libros y besos,/tenemos el morbo, los celos, la sangre,/tenemos la niebla metida en los huesos,/Tenemos el lujo de no tener hambre./ Tenemos talones de Aquiles sin fondos,/ ropa de domingo, ninguna bandera,/nubes de verano, guerras de Macondo,/setas en noviembre, fiebre de primavera.
Tenemos naufragios soñados en playas/de islotes son nombre ni ley ni rutina,/tenemos heridas, tenemos medallas,/laureles de gloria, coronas de espinas/Tenemos proyectos que se marchitaron,/crímenes perfectos que no cometimos, /retratos de novias que nos olvidaron,/y un alma en oferta que nunca vendimos.
Y lo que nos queda ...
DE AHORA EN ADELANTE (Jaime Gil de Biedma)
Como después de un sueño,
no acertaría
a decir en qué instante sucedió.
Llamaban.
Algo, ya comenzado, no admitía espera.
Me sentí extraño al principio,
lo reconozco -tantos años
que pasaron igual que si en la luna...
Decir exactamente qué buscaba,
mi esperanza cuál fue, no me es posible
decirlo ahora,
porque
en un instante
determinado todo vaciló: llamaban.
Y me sentí cercano.
Un poco de aire libre,
algo tan natural como un rumor
crece si se le escucha de repente.
Pero ya desde ahora siempre será lo mismo.
Porque de pronto el tiempo se ha colmado
y no da para más. Cada mañana
trae, como dice Auden, verbos irregulares
que es preciso aprender, o decisiones
penosas y que aguardan examen.
Todavía
hay quien cuenta conmigo. Amigos míos,
o mejor: compañeros, necesitan,
quieren lo mismo que yo quiero
y me quieren a mí también, igual
que yo me quiero.
Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.