Mírale la carita a la
palabra AHORA:
cinco letras omnipotentes
...Yérguete de la silla.
Apóyate en mi brazo.
Ponte guapa, que estamos
convidados
a una pizca de tiempo
inmenso.
- Félix Grande-
Hay días en que Madrid regala amaneceres encendidos y una se
convence de que no hay motivo para la tristeza, aunque los poetas mueran de
tres en tres, poetas grandes de letra y espíritu a los que casi nadie llorará
más allá de lo que dura teclear 140 caracteres.
Hay mañanas que rompen en rojo, púrpura y amarillo entre las
nubes y el paisaje no se deja fotografiar, aunque la imagen permanece más allá
del trayecto de vuelta. Fin de jornada que invita a dejarse llevar por el día y
la luz, en la que el cansancio duele porque anticipa oscuridad y sueño,
desperdiciar el sol que habrá desaparecido en el despertar de media tarde. Y
aún hay quien pregunta por qué detesto los inviernos.
Acaba enero y febrero siempre me fue favorable. Febrero
anticipa primavera y ganas. Un viaje, varias comidas. Y quién sabe. Ojalá
alguna locura de la buena, de la de dejarse llevar, hacer cosas imprevistas sin
darle tantas vueltas a todo.
El invierno en Lisboa.15 grados, según las previsiones.
Ganas de explorar las partes inacabadas - como esas memorias que he dejado a
medias, traicionando mis propias intenciones -, de completar las impresiones de
verano con una excursión a golpe más de tango que de fado, con más pasión que
melancolía. Sin la urgencia del turista novato. Con la tranquilidad de quien
vuelve a un lugar conocido. Sin el ansia de seguir la disciplina de las guías.
Con la calma de quien ya no tiene prisa. Con la seguridad del que sabe dónde
está y las razones que le hicieron volver.
Amaneceres en Madrid tan hermosos que parecen trucados. La
belleza es un instante que estalla y no puede explicarse, destinado a no
perdurar.
Amaneceres de colores y formas que disparan la euforia. Que
hacen pensar que todo va a ir bien.
Sin filtro, a pulso desde el coche.